La democracia constituye el eje central en torno al que se vertebra el mundo contemporáneo. A pesar de ello, el propio concepto de democracia no entró con muy bien pie en la Europa posterior a la revolución francesa de 1789. La experiencia revolucionaria dejó una fuerte impronta en la democracia, asociándose a la revolución, la violencia, el regicidio o la anarquía, que aparecían como parte indisoluble en una exitosa propagan-da contrarrevolucionaria que dominó los primeros decenios del siglo XIX. Los años 30 del siglo XIX conforman un período clave en los nuevos debates sobre la democracia, no sólo como forma de gobierno político, sino como un conjunto de principios sobre los que edificar la sociedad moderna. De ahí que parezca hoy relevante recuperar uno de los textos menos conocidos, y hasta ahora nunca traducido al español, de François Guizot; «De la democracia en las sociedades modernas», aparecido como artículo en la Revue François (1837), e inmediatamente difundido por Europa en inglés y alemán. El texto refleja uno de los debates centrales para conocer el origen y dificultades en la construcción histórica de la democracia. Como principal representante del liberalismo «doctrinario», Guizot pretendió hacer reposar todo el sistema de gobierno representativo, así como una sociedad estable post-revolucionaria en el concepto de capacidad. Su ciudadanía capacitaria remitía al papel director de la política y de la sociedad que atribuye a las clases medias y que deriva en el concepto clave de «soberanía de la razón». Esta idea implicaba el rechazo de otra concepción sociopolítica alternativa, la democracia fundamentada en la soberanía popular. Una democracia popular que, como proyecto social alternativo, comenzaba a tener un eco creciente y alimentaba los nacientes movimientos republicanos, democráticos y socialistas de Europa y América.