Uno se da cuenta de que no tiene veinte años, de pronto, advierte que ya no es joven... y mientras tanto el mundo cambió; mientras uno estaba pensando en otra cosa. Cincuenta años. Un cumpleaños anticipado con expectación no por lo que deja atrás, sino por lo que se abre delante; que llega y pasa sin estridencias, y sólo unos meses después, tras un comentario aparentemente banal, que revela un conocimiento erróneo, lleva a César Aira a sentarse en un bar o en un café, como siempre hace, y escribir.