En cierta ocasión, los animales se pusieron de acuerdo en que no debían traicionar la alegría. Sólo gozarían del derecho a vivir las especies alegres; las tristes tendrían que desaparecer, morir aplastadas por la pesadumbre. Para ello todas debían someterse a un examen definitivo: hacer reír a la marmota... Cuando los grandes maestros no encontraban las palabras, ni las definiciones intelectuales para explicar las más importantes enseñanzas de la vida, recurrían a la parábola, a la fábula, al mito o al sueño.
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