George Sand concibió estos cuentos para deleite de su nieta Aurore, tratando además de inculcarle unos valores que, si a mediados del pasado siglo resultaban revolucionarios, a finales del presente continúan siendo progresistas. El cuento de hadas, cuyos símbolos y arquetipos son el vehículo tradicional del acervo cultural, inconsciente pero esencial para que el individuo se integre e identifique dentro de la sociedad, adquiere, gracias a la pluma de la autora, nuevos contenidos, acordes con el carácter inconformista y creativo de ésta.