Hay que leer estos cuentos con calma y con interés del recreador, ya que están redactados para la inteligencia del lector y no para el facilismo de la lectura de entretenimiento. Son relatos que no se entregan fácilmente, sino que exigen participación. Si Lezama escribía para responder al reto de la realidad, no pudo menos que lanzarnos también el reto de elevarnos por medio de su lectura. Y esa lectura es un hecho de ganancia esencial.