¿Dónde nacen los cuentos? Tal vez la respuesta más sencilla sea que en el corazón de los hombres. Sin embargo, en África se piensa que también son dados a luz por la sabana, el desierto, los bosques e incluso el cielo que noche tras noche se llena de estrellas. La vida de toda persona se desarrolla al calor de los cuentos escuchados y también, quizás, en el eco que producen los cuentos que se relatan a los otros. Así, la vida del narrador se convierte unas veces en lucha contra la desgracia que le persigue, como les sucede a Krutongo y a su esposa; otras en esfuerzo por mantenerse impasible en todo momento para que nada le afecte, como ocurre con Kotendimina; a veces, el narrador desearía ser generoso y magnánimo con las necesidades de quienes le rodean, como el príncipe Hatim Tai; por último, quisiera aferrarse desesperadamente al amor casi imposible que le hace gastar todas sus energías en el ser querido, como sutilmente revela Fahima, la de las cuatro caras.