Los dioses, entre ellos muchos olímpicos, descienden a la Tierra para, por una parte, confirmar su existencia como seres trascendentes, mientras que, por otra parte, buscan restaurar los valores ignorados por una religión que engloba a todos los habitantes de una villa: la cultura pop. Sin embargo, todas sus buenas intenciones son en balde cuando descubren que la única diferencia que tienen con su nuevo enemigo es que los dioses son inmortales es más, sólo lo son en parte y en el sentido físico (o metafísico) de la palabra. La novela abre con un monólogo de una galleta de la fortuna china como portadora de unos principios existenciales bajo los cuales varios de los héroes terrenales parecen ser guiados. Esos personajes, conectados bajo lazos familiares y de amistad, incluyen: una enfermera llamada Olga, soltera y de 50 años, atormentada por el estigma de haber pagado por un asesinato; su sobrina Anka, la encarnación viviente de CosmoGirl; el adolescente Janek, un huérfano marginado sin ninguna clase de futuro; y Bartek y Rafal, dos catedráticos que se preguntan si su tesis tiene ya algún sentido. Cada uno de ellos está sufriendo, pero a su misma vez cada uno de ellos podría sufrir un cambio radical, o bien un milagro. ¿Podrán contar con la invasión de los cielos para que sus vidas cambien a mejor? Karpowicz, en esta novela, rehúye de la trampa de la cultura pop y esquiva tramas preformuladas, llevando a sus personajes hacia la más inesperada dirección. Los pensamientos filosóficos encuentran en este libro su máxima expresión a través de su tono tragicómico y su mezcla de formas narrativas. El resultado es una historia sumamente interesante sobre lo que supone la posmodernidad en un país post-comunista.