Los progenitores de Saïd opinaban que la gloriosa insurrección proletaria estaba a la vuelta de la esquina, de modo que lo sacrificaron todo para acelerar su advenimiento. De tan heroica ofrenda al dios de los paraísos futuros no excluyeron ni su matrimonio ni la infancia de su hijo. Ya le habría gustado a él que lo hubiesen consultado antes, sobre todo en lo relativo a la espinosa conexión dialéctica entre la lucha de clases y los monopatines. El indomable líder de la vanguardia obrera se vio muy pronto constreñido a desertar del frente doméstico para despachar las altas misiones que la historia le asignaba.