Es posible que Sevilla esté demasiado trabajada, demasiado pensada desde la literatura. Por otra parte, es evidente que existe una erótica de la Ciudad para la que precisamente nunca van a sobrar palabras. Obviamente, el objeto de este ensayo es la Ciudad –a nosotros nos gusta escribir la palabra con mayúscula– entendida como una mentalidad, como una razón de ser, como la continuidad en el tiempo de unas cuantas ideas fundamentales. Por supuesto: no se trata de escribir sobre una Sevilla sin sevillanos. Más bien buscamos una Sevilla pensada y sentida como ideal. Y en ese preciso significado no está de más el amplio repaso que se hace en estas páginas del «idealismo sevillano», más o menos cuajado en la prosa divagatoria sobre la Ciudad, y que casi es un «platonismo sevillano», en el sentido de que reconstruye una Ciudad trascendente en el detalle más nimio: desde la tapa a la medida perfecta del paso de palio, en todo aquello en lo que pueda parecerse más o menos a la ciudad de los sevillanos de carne y hueso, la ciudad del urbanismo, del padrón y de las oficinas municipales. Este libro, que podría haberse titulado "Crítica de la Sevillanía Pura", y que también es un excelente libro sobre la Semana Santa y la religiosidad sevillana, afronta muy de fondo una tentativa de asentar una verdadera Teología sevillana, por la que la identidad de la Ciudad se manifiesta, en verdadera epifanía, en un sentido religioso más o menos manifiesto, más o menos secularizado, más o menos histórico, como un acto mariano de Fe.