Escribo estas páginas pensando sobre todo en quienes a lo largo de estos años os habéis ido alejando de la fe que vivisteis de niños. He escuchado muchas veces vuestras preguntas e interrogantes. Algunos me habéis contado con detalle vuestra trayectoria. Entiendo vuestras dudas y prejuicios: ya no sabéis si creéis o no; no sabéis si Dios os interesa para algo. Conversando con vosotros y «escuchando» vuestro corazón he llegado a una convicción: Dios puede ser una «sorpresa» para muchos de vosotros. Conoceríais una alegría nueva si aprendierais a vivir con él de otra forma. Vuestra vida se transformaría si acertarais a vivir a gusto con ese Dios amigo que se nos revela en Jesús.