A diferencia del animal, que determina su voluntad por el instinto, el hombre posee una voluntad libre: es capaz de hacer elecciones. Sin embargo, más allá de esta libertad de base de esta voluntad libre, existe una libertad superior: la libertad del corazón. Un corazón libre es un corazón que está acostumbrado a decir que sí a valores trascendentales, a impulsos e inspiraciones divinas, cuando estos se manifiestan en las profundidades de su ser. Nuestro grado de libertad depende de la frecuencia e intensidad de estos «síes». Esta libertad del corazón es fruto de un trabajo en profundidad con uno mismo.