Una necesidad de clarificar el mundo, de volverlo más lúcido y sincero, mueve los versos de Vicenta Maturana. Como si una sola voz no bastase a su propósito, la autora cultivó numerosas formas poéticas —incluyendo el poema en prosa, en el que resultó pionera en nuestro idioma— y en cada una dijo con un tono y con distinto rigor, desde la ligereza del amor juvenil hasta el dolor del olvido, desde la indagación descarnada de la propia miseria hasta la crueldad burlona de la sátira. Con una capacidad admirable para pasar de lo leve a lo grave, y de las cosas pequeñas a las grandes cuestiones, Vicenta Maturana aunó en su obra el orden ilustrado y la emoción romántica, conformando una visión sobre el saber, el sentido de la vida y el rol de las mujeres capaz aún hoy de interpelarnos.