El tópico llevaría a comparar a Alberto Garzón con el corredor de fondo, pero lo curioso es que Garzón no corre, camina. A lo largo del año pasado se volcó con esmero y cuidado a afianzar su candidatura dentro de Izquierda Unida al tiempo que intentaba conformar su mayor ambición: la confluencia de las izquierdas de cara al 20-D. Supo superar con temple el desdén de Podemos ya que no perdió la calma ni el tono de su discurso. No representó ningún drama: siguió fiel a su estrategia, la confluencia. Como se ve a través de estas conversaciones, en medio del juego anodino de tácticas electorales sin el objetivo real de una investidura, diseñó la mesa a cuatro de la izquierda que le permitiría, finalmente, crear las condiciones que le llevaron a cumplir con su objetivo, Unidos Podemos. En ese gesto es donde brilla la capacidad creativa de un político que, curiosamente en estos tiempos, cree en la política. Miguel Roig