Los más grandes artistas han loado Venecia. De la vanidosa Serenissima, donde todos nos sentimos reyes y somos presa de la pose que impone la ciudad, el autor contrapone Nápoles, la gritona, la despeinada, la ausente de diplomacia, y sin embargo, humana. ¿Ha perdido Venecia su autenticidad? ¿Hace falta encontrarla cuando igualmente todos acuden a su seductor encuentro?