Yo ya estaría vencido, pero María continúa adelante, sonríe, incluso en ocasiones bromea sobre sí misma sentándose a escribir un nuevo capitulo que te va convirtiendo poco a poco en un enano sin aliento frente a la arrolladora personalidad de una criatura que se atreve a mirar a los ojos a un monstruo cuya sola mención nos obliga a ocultarnos en la mas profunda de las cuevas. En estas páginas conviven una niña soñadora, una muchacha asustada y una adulta golpeada pero nunca vencida, y la lectura de ese viaje, corto en el tiempo, largo en su amargo recorrido, es como la contemplación de un documental rodado en cámara ultra rápida en el que se observa cómo de la tierra surge un tallo que en cuestión de minutos se transforma en planta, nacen las flores y crecen los frutos. Alberto Vázquez-Figueroa