Los primeros recuerdos de la mayor parte de la gente proceden del lapso de tiempo que va de los cuatro a los cinco años. Puede que recordemos incidentes o sentimientos aislados respecto a períodos anteriores, pero de ese año en adelante los datos son ya fiables y fehacientes. ¿Quiere esto decir que se trata de una fase en la que empezamos a ser conscientes de nosotros mismos, a sentirnos --definitivamente-- como algo aparte de nuestros padres? En cualquier caso, los síntomas que se aprecian apuntan hacia una incipiente independencia: -Estamos más pendientes de nosotros mismos y de la gente que nos rodea. -Empezamos a dar más importancia a nuestras relaciones con los adultos. -Por primera vez, sentimos que nuestra madre no es la persona más importante del mundo. -Y, como consecuencia, otras empiezan a ocupar su lugar. Mucho más sociable que antes, el niño de cuatro años, pues, debe tener que empezar a luchar también con pesadillas y obsesiones, con los fantasmas de la enfermedad y la muerte, que por primera vez se le hacen más o menos tangibles. Y por eso necesita una mayor atención, que sin duda deben dispensarle tanto sus padres y sus abuelos como los amigos de la familia. Pues bien: a todos ellos está dirigido este libro.