En el caso de la imagen mnemónica, tenemos primero la tentación de pensarla como una huella perceptiva (almacenada en y recuperada por nuestra cabeza, no se sabe muy bien cómo) que funciona por pura correspondencia con aquello a lo que remite (modelo de la memoria como depósito). Luego tenemos la tentación de pensarla, al contrario, como un mero signo construido, cuya vinculación con lo que representa es meramente convencional y que funciona por mera coherencia con lo que conocemos. La primera tentación es, claramente, la de la imagen mnemónica como una fotografía del pasado, si subrayamos la relación indicial (como huella) de dicho dispositivo iconográfico que la liga a la realidad que representa. La segunda tentación podría estar igualmente metaforizada por la fotografía si subrayamos lo que ésta tiene de construida (o de símbolo: su cromatismo artificial, la perspectiva renacentista incorporada, la convención del encuadre, etc.) Pero si creemos a Wittgenstein cuando dice que la imagen mnemónica no es como una fotografía, estamos aceptando que ambas tentaciones conducen a una idea errónea (o al menos incompleta) de la naturaleza y funcionamiento de la misma.