Entre las aventuras españolas —y una expedición científica es una aventura—, llenas de limitaciones y penalidades, que a lo largo de la historia las ha acompañado, cabe destacar: La Comisión Científica del Pacífico (1862-1866) que hoy presentamos. Unida desde el principio a un proyecto bélico —la expedición viaja en unos buques de guerra— y planteada con urgencia —sólo dos meses y medio antes de partir dichos buques se piensa en adicionar tal expedición—, tenía además los inconvenientes comparativos de sueldos desiguales y la existencia de un solo dibujante que era, también, el fotógrafo, lo que convertía a la Comisión, si no en la única, sí en una de las pocas que se hicieron con tan magra colaboración. Sin embargo, el entusiasmo de aquellos hombres, junto con el momento histórico en que transcurre la Comisión, hacen del libro de Manuel Almagro, además de un testimonio histórico de primera mano, un excelente libro de aventura y viajes.