Hemos abierto las puertas de nuestra casa virtual y siempre esperamos visita, como una fisura por la que se cuela todo, tanto trabajo como vida personal. Se ha abierto una brecha digital que divide la sociedad en dos: los adeptos a la causa electrónica, sin reserva, y los que la usan por trabajo, algo de ocio y el resto del tiempo la sufren a su alrededor. ¿Estamos atrapados?
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