Cuando Rosa habla con su nieta del amor no puede evitar recordar los sentimientos que experimentó durante la guerra. En 1940, vivía sola con su hijo Lucien en un edificio donde todos los vecinos se conocían y se ayudaban. Como el de muchas mujeres, su marido Raymond estaba en el frente. La micro-sociedad creada en este edificio permitía soportar la vida de un país ocupado, las cartillas de racionamiento, la incomodidad de la proximidad de los soldados alemanes y la impotencia de no saber lo que les está ocurriendo a los que están en el frente. Los vecinos se ayudaban, se hablaban y se desahogaban. La solidaridad era muy fuerte, hasta hacia una madre judía y su hijo, escondidos y apoyados por todos. ¿Todos? Un día Rose recibe la visita de un soldado alemán y nace un amor profundo entre dos personas que no deberían ni mirarse. Deciden vivir este amor escondidos.