Espejo indirecto y baúl de antigüedades, las viejas fotos de la Ciudad de México convocan a reconocerse en el pasado, y a recordar la infinita mitología de lo que ya ha desaparecido. Lo ido y lo que más o menos, pese a tantos cambios y parches, permanece. Una historia del advenimiento, triunfo y caída de numerosas costumbres, modos de vida, juego de valores sociales, objetos, mercancías, instrumentos, edificios, vehículos, modas, oficios, juguetes... Alarman a nuestra modernidad con la noticia de que seguimos siendo, en buena medida, lo mismo de siempre, pero acaso con menor energía e inocencia la añeja identidad nacional también se raya, como los acetatos de la prehistoria discográfica; y nos llaman a la modestia al recordar cuánta innovación, cuánto prestigio, cuánta indumentaria, cuánta esperanza se ha difuminado. ¿Cuánto de lo que hoy somos está, a su vez, sin que lo advirtamos, desapareciendo? La ciudad lee su fortuna histórica en estas fotos como en los naipes de una gitana.