Arnaldo Pangrazzi parte en este libro de la convicción de que la felicidad no es un estado al que se acceda de una vez para siempre, y afirma que cada día ofrece una ocasión para aprender una nueva lección sobre la fragilidad de la existencia y sobre la poca consistencia que pueden tener las certezas a las que anclamos nuestra vida. Por eso insiste en lo importante que es asumir los quiebros del destino y cicatrizar las heridas, tanto físicas como espirituales, que nos infrinjan, para poder seguir caminando fortalecidos por la experiencia sufrida, más aún –dice– cuando pretendemos dedicar nuestra vida a acompañar y ayudar a los demás, ya sea como agentes pastorales, como voluntarios o como miembros de grupos de ayuda mutua. Con prólogo de Renato Salvatore, Superior General de los Camilos.