¿Te persigue Dios por mar y tierra y te hace trizas el culo cuando te encuentra? ¿Quieres suicidarte pero se te han terminado las balas?, ¿o se te ha roto la soga?, ¿o te han robado los cuchillos?, ¿o algún bromista te ha cambiado los barbitúricos por laxantes...? Desesperado, descubres que la única opción que te queda es dejarte arrollar por un tren... Pero, quizá no tengas coraje para realizar un acto tan vulgar. Entonces empiezas a sospechar que hay un enorme error en tu cerebro. Indagas y llegas a la conclusión de que es ahí donde nace tu rechazo hacia los hombres, las mujeres, los niños, los viejos, los jóvenes, los abogados, los dentistas y los vendedores ambulantes de altramuces