Los primeros treinta y cinco versículos de la Biblia son el soporte de una meditación que, siguiendo el ejemplo y la inspiración de muchos Padres de la Iglesia (Orígenes, Basilio, Ambrosio, Santiago de Sarug), sienta las bases de una verdadera teología de la Creación. Ante un pensamiento racionalizado y una visión desencantada del mundo y de la humanidad que parecen ser el legado de nuestra época, el optimismo bíblico nos recuerda la belleza y la dignidad de un cosmos que es imagen de la Energía y el Pensamiento divinos. ¡Qué bueno es! Este estribillo nos impulsa hacia una contemplación maravillada, un asombro agradecido, una celebración del mundo sensorial, pues éste nos traza un camino de realización espiritual y nos devela la complejidad y la profundidad de nosotros mismos. Un comentario minucioso, de gran rigor exegético y enriquecido por los aportes de la crítica contemporánea y la tradición judía, se complementa con el aporte del arte, pictórico y poético, que acompaña este camino de la imagen al Prototipo, de lo creado hacia lo Increado, de la luz cotidiana hacia la Luz divina. El cuidado de la Creación no es sólo exigencia moral para el hombre de hoy: es ante todo eucaristía, acción de gracias, potencia transformadora. 10