Ir al contenidoTestimonios personales y obras populares como fuente de inspiración cristiana
Este es el testimonio de Giulia Gabrieli, una joven de nuestros días que enfermó y durante dos años luchó tenazmente contra un sarcoma de los más agresivos, transformando su enfermedad en un canto a la vida y proponiendo, con ánimo y entusiasmo, su experiencia en numerosos testimonios públicos dirigidos a los jóvenes.
En pleno siglo XIX, una mujer entregada a la educación humana y cristiana de las jóvenes.
Los primeros que derramaron su sangre por fidelidad a Jesucristo en Japón, en el año 1597. Y la historia empieza así: 'En 1846, un estudiante de quince años lee en un Instituto de Verona el relato del suplicio de Pablo Miki y de sus compañeros mártires del Japón, lo que le produjo una vivísima impresión y el nacimiento de su vocación misionera. Se llamaba Daniel Comboni, el apóstol de la «Negritud», ese continente africano al que dedicará toda su vida. Los misioneros combonianos, fundados por él, tienen desde entonces una viva presencia en los países de misión de África...'
Un gran cristiano y un gran dirigente en la Cataluña del siglo XIII. Y la historia empieza así: 'En el siglo XI, lo que hoy entendemos por Cataluña se consolida definitivamente. La conquista de Lérida a los sarracenos, y el avance hacia el sur hasta el río Ebro, dan lugar a la formación de la Cataluña Nueva. Nueva en contraposición con el núcleo de condados que consiguieron la separación de la influencia y del poder de los francos. Nueva por el empuje y espíritu de progreso de las gentes que se dieron prisa en repoblar estos territorios hasta lograr un asentamiento definitivo en el espacio recuperado. Nueva porque se abría a una realidad eclesiástica marcada por dos hechos singulares: la creación de nuevos monasterios y la recuperación definitiva de la sede del arzobispado de Tarragona que mantenía la primacía sobre los demás obispados catalanes.'
En los umbrales del centenario de la muerte del Beato Marcelo Spínola, esta obra quiere contribuir a que su vida y su ejemplo, imperecederos, porque son transparencia de Cristo, iluminen con destellos de Evangelio a la Iglesia española que, entre las persecuciones de los hombres y los consuelos de Dios, se adentra esperanzada en el siglo XXI. Apasionante, cuajada de desafíos, nuestra época viene a evocar en no pocos aspectos -la historia se repite- el convulso período ochocentista en que desarrolló su acción pas-toral aquel arzobispo mendigo que había adoptado como lema: «Todo lo puedo en Él». Sin arredrarse jamás, tan ajeno a complejos victimistas como a arrogantes alardes, con la humilde mansedumbre aprendida en la escuela eucarística del Corazón de Cristo. Don Marcelo no aspiró sino a ser sacerdote de cuerpo entero. En ello insiste esta biografía. El increíble y asombroso amor a Jesucristo, a la Iglesia y a las almas, que trasmiten todos los hechos y escritos del santo Cardenal, se manifiesta en todo momento desde una angulatura gozosa, limpiamente sacerdotal. Genial testimonio para que, en los albores del tercer milenio, pastores y fieles redescubran, fragante, la novísima belleza del sacerdocio católico.