Este volumen contiene lo esencial de lo que sabemos sobre Nicolas Poussin a través de sus propios escritos o de los testimonios de aquellos que lo conocieron. Estos textos no aluden tanto a su obra en sí como a su manera de pintar, de pensar o de vivir; no podría comprenderse al artista sin conocer al hombre. Afortunadamente, los documentos permiten hacerse una opinión bastante clara de sus ideas y de su carácter: en rimer lugar sus cartas ?más de ciento ochenta en total?, luego sus «observaciones» en torno al arte de pintar encontradas entre sus manuscritos póstumos, y finalmente el testimonio de sus primeros bioógrafos: Bellori, Félibien, Sandrart, y de algunos viajeros que tuvieron la suerte de conocerlo.
Bajo el nombre de Estética de la recepción recoge la presente recopilación diversas contribuciones dentro de una dirección de investigación que estudia los modos y resultados del encuentro de la obra y su destinatario. Los textos editados pertenecen a los autores de las principales orientaciones de la "estética de la recepción" algunos de ellos inéditos o muy poco conocidos por el lector en castellano y ponen de relieve los orígenes de esta "tendencia" en los debates teórico-literarios y estéticos de los años veinte.
La celeridad y complejidad de la cultura globalizada contemporánea, la escasa distancia crítica ante estas nuevas propuestas y lo problemático de unas prácticas que adoptan una posición ambivalente, cuando no frontalmente opuesta, respecto a las categorías, principios y procedimientos del mundo del arte, suponen un gran desafío a los esfuerzos de reflexión y análisis en este terreno. El presente texto asume estos riesgos y se asigna como misión dar a los lectores un panorama general de las prácticas culturales en la red de Internet. La primera parte está concebida como un «tesaurus» de categorías culturales, conceptos teóricos y términos específicos de las nuevas tecnologías. La segunda aborda de un modo específico las prácticas artísticas en la red, además de una genealogía del arte comunicacional y un repaso por los " sitios " principales de producción y diseminación del arte en la red.
Un texto breve y apasionante, polémico, en el que se articulan los ejes principales de la gran pintura italiana. Tres protagonistas fundamentales por encima de los nombres más consagrados: Giotto, Piero della Francesca, Giovanni Bellini. Con ellos, Paolo Uccello, Antonello da Messina, Miguel Angel y los grandes veneciados; también Caravaggio. La narración de Longhi rompe los esquemas preestablecidos y se aventura en una articulación histórica original. Si algo le preocupa es mirar las obras y analizarlas en esa mirada: su argumento prescinde de los elementos externos y trata de precisar con rigor los caracteres de su plasticidad
La imagen del autómata ha sido muchas veces reflejo de la cultura de cada época, especialmente a partir de Renacimiento. Este trabajo se propone, estudiando los autómatas y otras manifestaciones comparables, a medio camino entre la especulación y el placer, abarcar un importante aspecto de la cultura europea entre los siglos XVI y XVIII: el de la irrealidad consciente, el de la sofisticación o el guiño. El estudio aborda los puntos de encuentro entre, por una parte, el sentido lúdico que presidió el ocio y la actividad cotidiana de las cortes manieristas y barrocas que orientó buena parte de las reflexiones sobre el fin o la utilidad del arte de muchos de sus tratadistas y pensadores y, por otra, el desarrollo de la ciencia y la mecánica en este periodo.
Konrad Fiedler (1841-1895) no fue un erudito al uso. Jurista de profesión, coleccionista, estudioso y mecenas, parecía en principio una personalidad tangencial al mundo del arte y, desde luego, al de la academia y la universidad, tan estrechamente relacionadas en su tiempo. Sus escritos reflejan su peculiar situación y desbordan los límites académicos que solían ser habituales...
Distintos miembros del linaje Fonseca formaron parte, según la tradición historiográfica española, del selecto grupo de nobles y clérigos que impulsaron la introducción del Renacimiento en Castilla. Esta controvertida afirmación discutible a la vista de las variadas inclinaciones estéticas de los diferentes protagonistas lo es aún más en el caso de la rama familiar motivo de estudio. Los señores de Coca y Alaejos, objeto de este trabajo, se convirtieron a partir de la relevante figura del arzobispo de Sevilla, Alonso de Fonseca el Viejo, en la estirpe principal del linaje. Estos vivieron permanentemente asediados por poderosos enemigos, a los que vencieron por mor de su cercanía a los reyes. El acoso al que se vieron sometidos les unió como grupo e impulsó a afirmarse ante los demás a través de patronatos y promociones artísticas, según una estrategia elaborada principalmente por Juan Rodríguez de Fonseca. El libro se divide en dos partes. En la primera se repasan las biografías de cada uno de los protagonistas: el arzobispo citado, su sobrino del mismo nombre, Antonio de Fonseca, Juan Rodríguez de Fonseca y Mayor de Fonseca, en la creencia de que el estudio prosopográfico ayudará a comprender el papel jugado por cada uno en el afianzamiento del grupo. La segunda analiza la actividad de patronato desplegada, el universo de objetos de que se rodearon, así como los encargos regios que les encomendaron. Se descubre así un amplio entramado de variadas inclinaciones estéticas (modernas, moriscas, flamencas o a la antigua), que llevaron a la práctica algunos de los principales artistas del entorno: Gómez Díaz de Burgos, Maestre Farax, Alí Caro, los Hontañón, Juan de Ruesga, Diego Rodríguez, fray Martín de Santiago, Maestre Martín, Bartolomé Ordóñez, Diego de Siloe y Andrés de Vandelvira.
Algunos textos de diferente calado e intención sobre el arte de hoy y los problemas estéticos que plantea la percepción. En El espacio intermedio se reúnen algunos textos de diferente calado e intención sobre el arte de hoy y los problemas estéticos que plantea la percepción contemporánea de la obra de arte. Son más bien interpretaciones, si se quiere, de marcado acento temporal, que intentan, sencillamente, implicar al lector en el proceso de apreciación y discusión del arte, su historia y las narrativas que a lo largo del tiempo nos han aproximado a su origen y configuración. Es cierto que las obras de arte tienen algo de casual. «Sintetizan una azarosa coincidencia de factores perceptivos, sensibles, históricos e incluso narrativos que van más allá de la voluntad del artista. Cada obra de arte nueva es algo así como un canto rodado,una pequeña piedra de la playa que el artista lanza con fuerza en ese mar que es el tiempo. Por lo general se hunden apenas tocan el agua y sólo algunas vuelan rasantes sobre la superficie y trazan un garabato fugaz que desaparece con el batir de las olas. En raras ocasiones dejan una pequeña estela que dibuja un motivo insólito sobre el agua: esta es la obra de arte. Alguien convertirá en historia de los signos aquella marca fortuita apenas entrevista. Ese alguien es el lector.»
«La estética del romanticismo» analiza los diversos aspectos de la estética y la teoría del arte de los románticos, con especial atención a la reflexión de F. Schlegel y, en general, los románticos alemanes. La «nueva mitología», la «relación sujeto-naturaleza», la polémica con los clasicistas, la interpretación de las nuevas categorías estéticas, el genio, la ironía..., son algunas de las cuestiones que centran la investigación de Paolo D'Angelo
15 especialistas, desde el neurocientífico hasta el antropólogo, toman el terreno de las artes como campo de análisis para definir las características del espectador inmerso en la propia obra.
El arte del siglo XX ha afectado profundamente a las categorías de la estética idealista, que, sin embargo, se propone como marco teórico adecuado para la comprensión del arte actual. El libro de Peter Bürger aborda su crítica en el horizonte de la situación creada por el arte actual y en el análisis de los límites de las críticas realizadas por Adorno, Benjamin y Gadamer.
Entre los estudios filosóficos contemporáneos muy pocos hacen referencia al fenómeno de la estética difusa como característica peculiar de la era posmoderna. Ello se debe a la pervivencia de una idea aún «moderna» de la estética, entendida en este caso como «filosofía del arte» o como «teoría del sentir», la cual tiende a atribuir al sujeto la razón del cada vez más vivo interés hacia los aspectos formales, frente a los de contenido, de la realidad; de ahí que resulte difícil encontrar en la multitud de estudios filosóficos sobre estética investigaciones que consideren desde el punto de vista social, político y antropológico-cultural su alcance planetario, causado por la difusión de la técnica.
En algunos casos la música fue compuesta expresamente para recordar a individuos, como en el caso de la Música para los funerales de la reina Mary de Purcell. O puede ser parte de un servicio litúrgico, como en el caso de los réquiem. En un funeral militar los «toques» señalan la muerte de un soldado. Un rasgo frecuente de estas composiciones es una música solemne, pausada y lenta apropiada para el estado mental nostálgico, melancólico y de profunda tristeza. Pero no toda la música de funeral tiene aire de lamento. Los funerales tradicionales de Nueva Orleans emplean endechas lentas y tristes de camino al cementerio, pero se transforman en melodías como «Feel so Good» y «When the Saints Go Marching In» en el viaje de vuelta como una afirmación de la vida vivida. Tampoco es necesario que la música en honor de los muertos haya sido compuesta expresamente para ese propósito. El sereno y desgarrador «Adagio para cuerda» de Samuel Barber ayudó a millones de personas a sobrellevar las muertes de la Princesa Grace de Mónaco y de los presidentes Franklin Delano Roosevelt y John F. Kennedy. La pieza ha llegado prácticamente a ser un himno de la expresión de dolor en América. El «Adagio» conocido por todos es en realidad una orquestación de la parte molto adagio del inicio del segundo movimiento de la Op. 11 de Barber, titulada simplemente Cuarteto de cuerda en Si Menor.