Pocas son las investigaciones sobre aquello donde principalmente se apoya el arte del icono: la doctrina cristiana de la encarnación de Dios. Dios ha tomado un rostro humano y dicho rostro es el lugar privilegiado de su revelación. Sobre esta convicción se funda el arte de los iconos, no sólo en su temática, sino también en su técnica específica e inconfundible, que sólo pretende expresar este misterio. La fascinación que todavía hoy despierta el arte de los iconos deriva seguramente de este hecho. El presente volumen no es un libro más sobre iconos. No al menos como estudio histórico-artístico. El tema de la obra son los fundamentos sin los cuales ni existirían los iconos ni se podría entender el sentido de los mismos: los fundamentos teológicos, con mayor precisión, los cristológicos.
El pensamiento de Tomás de Aquino el más universal de los maestros no ha perdido actualidad. El concilio Vaticano II recomienda expresamente su magisterio a las escuelas católicas. En el decreto «Optatam totius», sobre la formación sacerdotal, afirma: «Para explicar de la forma más completa posible los misterios de la salvación, aprendan los alumnos a profundizar en ellos y a descubrir su conexión, por medio de la especulación siguiendo las enseñanzas de Santo Tomás». En el decreto Gravissimum educationis, sobre la educación cristiana, el mismo concilio exhorta a los intelectuales católicos a procurar que, «estudiando con esmero las nuevas investigaciones del progreso contemporáneo, se perciba con mayor profundidad cómo la fe y la razón tienden a la misma verdad, que es una, siguiendo las enseñanzas de los doctores de la Iglesia, sobre todo de Santo Tomás de Aquino». Para contribuir al cultivo y renovación de la doctrina del Doctor Angélico, la BAC se complace en poner en manos de sus lectores esta edición de la «Summa Theologiae», que reproduce el texto crítico leonino. El presente volumen contiene la «Prima secundae, que trata del fin último del hombre y de los actos humanos para la consecución de este fin supremo y último; de los hábitos en general y en particular: virtudes y vicios; de la ley y de la gracia.
En los círculos académicos teológicos y en los ámbitos eclesiales el P. Cándido Pozo, S.J., no necesita ser presentado. Es por todos bien apreciada su colaboración en las distintas colecciones de la Biblioteca de Autores Cristianos, sus reconocidas investigaciones acerca de la teología del Siglo de Oro español, sus aportaciones sobre el método teológico, la labor desarrollada como profesor en la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma y en la Facultad de Teología de Granada y como miembro de la Comisión Teológica Internacional y de la Comisión Teológica Asesora de la Comisión Episcopal para la Doctrina de la Fe. Muchos son los alumnos que han sido favorecidos por su magisterio y no pocas las iniciativas teológicas, dentro y fuera de los límites hispánicos, que han encontrado en él aliento y apoyo. El P. Pozo, cercano a las más importantes figuras de la teología católica de la segunda mitad del siglo XX, atento a los grandes acontecimientos de la Iglesia en los últimos decenios, presta un gran servicio eclesial al ofrecer la más completa y acabada edición en lengua española de todos los documentos de la Comisión Teológica Internacional. Es un privilegiado conocedor de la elaboración de cada uno de los documentos publicados desde 1969 hasta 1996. Todos y cada uno de los documentos constituyen, sin lugar a dudas, un favor y un acontecimiento teológico capaz de iluminar el camino de la Iglesia en este final del siglo XX. Ninguna de las grandes cuestiones debatidas, dentro y fuera de la Iglesia, ha quedado fuera de las preocupaciones de la Comisión Teológica Internacional, y sus documentos quieren ser una respuesta fiel al sentir de la Iglesia en este momento histórico (EUGENIO ROMERO POSE, Obispo Auxiliar de Madrid).
Un grave peligro para el conocimiento y vivencia actual de la fe está en la "religiosidad a la carta". Dios ha realizando, y sigue realizando hoy, una historia de salvación en la cual él tiene siempre la iniciativa, hablando y actuando. Lo propio del creyente es "responder". En el año litúrgico se considera la vida de Cristo no como simple recuerdo. Su contenido esencial es la formación a lo vivo de Cristo en nosotros. La Pascua, las fiestas de los misterios de Cristo, contienen la realidad viva que conmemoran. Son celebraciones de la comunidad, para ella y en ella. El cuerpo eucarístico de Cristo, y su palabra, es fermento del proceso de la formación del Cuerpo Místico de Cristo que es la Iglesia. La liturgia es el trance de cristificación de la nueva humanidad. Por eso, para encontrarnos hoy con Dios, seguimos leyendo el antiguo Testamento, mediante el cual Dios preparó ayer la venida de su Hijo, proclamamos el Evangelio como realización de las promesas, y leemos la doctrina apostólica que adapta a nuestra situación creyente la venida de Cristo hoy a nosotros, a los creyentes de todos los tiempos y lugares. La vida cristiana consiste en prolongar en nosotros la humanidad de Cristo, ser su biografía y revelación hoy en todos los lugares y situaciones. Lo que la Iglesia ora y celebra es también lo que ella ha creído y cree. Por ello la vivencia del año litúrgico es lo que autentifica los planteamientos misioneros y pastorales, lo que confiere identidad a la maduración y crecimiento en la fe. El Abad de Montserrat, padre Josep M. Soler, dice en el prólogo a este libro: "Lo que me parece digno de mención en esta obra, y lo que le confiere además un sello especial, es el papel central que concede al misterio de Cristo, tal como se despliega a lo largo del año litúrgico El año litúrgico es presentado y concebido como el medio en el cual, y por el cual, la Iglesia nos pone en contacto con Cristo resucitado en estos "últimos tiempos" -según el dicho del Apóstol-, que son los que nos toca vivir La experiencia de vida cristiana que se va fraguando por medio de la celebración asidua de la liturgia, asegura un anclaje firme en el dato de la revelación, en el realismo de la encarnación, de la cruz y de la resurrección, y al mismo tiempo incorpora todos los resortes de nuestra personalidad, desde la inteligencia a la sensibilidad". El contenido de este libro se refiere a la santidad y magisterio estructurantes de la Iglesia de todos los tiempos. Señala el fundamento insustituible de toda acción misionera y catecumenal que pretenda unir tradición y hodiernidad, fe y cultura, inteligencia y vivencia, persona y comunidad. Estra obra interesa a todos los sacerdotes, catequistas y a cuantos dirigen o apoyan procesos catecumenales, así como a grupos de búsqueda y otros que ya siguen un proceso formativo en la fe cristiana.
El círculo de discípulos del teólogo y cardenal Joseph Ratzinger ha reunido en este volumen, publicado con ocasión de su 75 aniversario, quince escritos suyos de los últimos años que convergen con coherencia en torno a la realidad de la Communio que es la iglesia. Eclesiología, ecumenismo y práctica pastoral se entretejen en estas páginas, que ilustran bien el título de la recopilación:los discípulos de Jesús son convocados y unidos en el mismo camino de la fe común para la vida del mundo.
El autor reflexiona desde la teología sobre el significado de la expresión "¡sé alma de Eucaristía!", utilizada con frecuencia por San Josemaría Escrivá, aportando sus interpretaciones y vivencias personales y sus recuerdos del trato mantenido con el fundador del Opus Dei a lo largo de veinticinco años.
Desde los comienzos de la Modernidad, la teología católica apenas ha progresado en los intentos de dar una solución al problema de las relaciones entre revelación y tradición. Al establecer contactos con los teólogos protestantes en tiempos más recientes y plantear de modo especial este problema de la relación entre revelación y tradición, las primeras figuras de la teología católica pudieron apreciar las dificultades existentes y comenzaron a trabajar en un profundo replanteamiento de todo el problema. En este volumen, los destacados teólogos Joseph Ratzinger y Karl Rahner exponen los términos de este planteamiento, que fue uno de los temas centrales del Concilio Vaticano II. El estudio del teólogo Karl Rahner aborda el problema desde un punto de vista más bien especulativo. Interpreta la revelación en función de la ascendencia del ser humano, que se eleva al plano sobrenatural y la mediación del misterio divino que se realiza en el acontecimiento histórico. Considerado así, Dios aparece como el secreto absoluto, y la encarnación de Cristo como una mediación histórica de esta experiencia trascendental. La investigación de juventud del hoy Papa Benedicto XVI se desarrolla, en cambio, en el terreno de la historia que viene a confirmar las especulaciones de Karl Rahner sobre el problema de la revelación. En realidad, toma como punto de partida la disputa con los teólogos de la Reforma protestante al abordar el problema de la revelación y la tradición. Joseph Ratzinger marca con gran cautela los jalones que se pueden observar en la larga polémica entre las teologías católica y protestante y subraya la estrecha conexión que las interpretaciones más recientes tienen de hecho con las más tradicionales, asociadas al Concilio de Trento. Ambos ensayos valoran las interpretaciones de Lutero en todo aquello que realza la Sagrada Escritura dentro de la realidad de la tradición.
El Apocalipsis es uno de los libros bíblicos menos leídos y conocidos. Sin embargo, es un libro absolutamente central, sin el cual el mensaje bíblico quedaría notablemente mutilado, y plantea cuestiones muy actuales que ningún otro libro sacro presenta con tanta urgencia. Los desafíos y problemas de las siete iglesias de Asia presentados por Juan son muy parecidos a los que encontramos en nuestros días. Nuestra sociedad, como la de aquellas iglesias, es una sociedad rica y satisfecha, y parece no sentir la necesidad del Evangelio a pesar de las fuertes crisis económicas y sociales. También nosotros, como ellos, tenemos el problema de vivir en una ciudad ya no cristiana, en la que la elección de vivir la propia fe sin compromisos comporta un precio a pagar, a veces incluso muy alto: es un mundo que, habiendo conocido el Evangelio, le ha dado la espalda.
Quien no lleva vestido, como metáfora de la dignidad, nos pide algo a cambio, la justicia que le corresponde a cada persona. La obra de misericordia que estipula que debemos vestir al desnudo, reconociendo su dignidad, no consiste en ofrecer lo que «nos sobra», sino en comprometernos en el destino de los demás como hizo el samaritano del evangelio.
Este libro revisa y actualiza la obra de misericordia que exhorta a los fieles cristianos a visitar y cuidar a los enfermos, cumpliendo con el mandato de Jesús a sus discípulos para que los curaran. Cuidar dice el autor es acompañarnos unos a otros, visitar el misterio de cada uno, tener las manos abiertas para ofrecer y para recoger; es soportar los sufrimientos y las angustias de los demás como si las suyas fueran nuestras propias heridas, porque solo llegamos a «curar» si somos conscientes de nuestras debilidades.