El «Proyecto de una Ética Mundial» surge en 1990 como programa de pensamiento y acción que responde a la necesidad de una orientación ética global para la humanidad ante los retos de la mundialización. El Proyecto se articula en tres momentos que se requieren mutuamente: «no hay supervivencia sin una ética mundial», «no hay paz mundial sin paz religiosa», «no hay paz religiosa sin diálogo entre las religiones». Con la aprobación por el Parlamento de las Religiones del Mundo (Chicago, 1993) de una «Declaración sobre la Ética Mundial» y la actividad, iniciada a finales de 1995, de la Fundación para la Ética Mundial, se ha proseguido el proceso de comunicación intercultural e interreligioso exigido por la idea de una ética mundial. Desde un principio el Proyecto de una Ética Mundial no fue concebido exclusivamente como terreno especializado de los teólogos, sino que siempre se planteó de manera interdisciplinaria. Los editores del presente volumen, Hans Küng y Karl-Josef Kuschel, han querido así convocar a científicos de diversas disciplinas para que indaguen las posibilidades de aplicación e integración de la ética mundial en el contexto y desde la óptica de cada especialidad. Ninguna de estas disciplinas (desde la filosofía y la pedagogía, pasando por la economía, las ciencias políticas y el derecho, hasta las ciencias naturales e, incluso, la experiencia artística) puede eludir las preguntas fundamentales a las que les enfrenta la búsqueda de valores, ideales y actitudes básicas comunes a la humanidad, sin menoscabo de las diferencias culturales y religiosas.
De hecho, ¿pueden los niños orar? ¿Desde el seno de mamá? Si pueden, ¿cómo enseñarles? ¿Cómo motivar su recogimiento y sentimientos? ¿Con qué recursos? He aquí unas preguntas de las interrogantes a las que responden estas páginas envueltas todas en una sinfonía de luz, imagen y color.
Esta gran obra articula en un desarrollo unitario y coherente la totalidad litúrgico-sacramental, ofreciendo una respuesta a la sensibilidad y reivindicación simbólica del hombre actual. El tercer volumen está dividido en los siguientes capítulos: I. Año litúrgico - ciclos y fiestas: 1. Tiempo sagrado, tiempo litúrgico y misterio de Cristo; 2. El domingo, día del Señor; 3. El triduo pascual; 4. La cincuentena pascual; 5. La preparación a la Pascua: la Cuaresma; 6. Año litúrgico. Ciclo de Adviento-Navidad-Epifanía; 7. Otras fiestas del Señor ; 8. El culto a Santa María, Madre de Dios ; 9. El culto a los santos; 10. Pastoral del año litúrgico; II. Liturgia de las horas; III. Sacramentales.
Jesucristo es el centro de nuestra fe, la piedra fundamental de la Iglesia y la esperanza de los cristianos para la salvación del mundo. En él sustentamos y comprendemos nuestra propia existencia junto con sus apuros, su dolor y sus nuevos ímpetus. Esta obra constituye un estudio sistemático del misterio de Cristo en un intento de reformulación en clave personalista de los datos de la tradición patrística y teológica. Hünermann se propone dar razón del misterio de la encarnación pero no desde unas claves metafísicas de carácter deductivo sino desde la realidad concreta e histórica de Jesús. Así, el autor evita la disociación entre la cristología y la soteriología, entre el ser y el actuar de Jesús.
La teología espiritual es una reflexión dinámica que evoluciona a partir de los cambios experimentados por el hombre y por la sociedad. Su propia naturaleza sigue una constante actualización de los temas y de la forma de abordarlos. Además a partir de
La confesión del Dios uno y trino se encuentra en el centro de la fe cristiana. El cristiano es bautizado en su Nombre y son incontables las oraciones que se dirigen a él. No obstante, llama la atención el hecho de que, en nuestro tiempo, en la teología y en la conciencia de la fe, la Trinidad parece ser una especie de reliquia sagrada pero relegada, tan alejada de los planteamientos teológicos actuales como de la vida real y sus problemas. Frente a este escenario, el autor muestra que la fe cristiana sólo puede ser comprendida total o parcialmente si se comprende a Dios no como una unidad monárquica, sino como Communio, es decir, como comunidad de tres personas cuya unidad es la del amor recíproco. Además, el autor muestra que la confesión de fe en el Dios uno y trino no solamente tiene significación para la fe, sino que es una pregunta directamente decisiva para comprender todo aquello que moviliza la vida humana: ¿cómo se puede concebir la evolución, cómo comprender la historia, cómo captar la sociedad? ¿Qué es la persona? ¿Cuándo un diálogo se desarrolla con sentido? ¿Cómo puede hacerse fructífera la crítica de la religión? Y así sucesivamente. Como convincentemente expone el autor, para estas y muchas otras preguntas de la fe y de la vida, la fe en el Dios uno y trino abre perspectivas nuevas y sorprendentes. "Cuenta la leyenda que Agustín, mientras estaba meditando sobre la Trinidad, fue advertido acerca de la inviabilidad de su propósito por un niño que intentaba vaciar el mar a cucharadas echando el agua en un pozo excavado en la arena de la playa. Sin embargo, el niño hubiese hecho mejor si hubiera aconsejado a Agustín que se bañara en ese mismo mar. ¡Por qué habría de querer vaciarlo, cuando el mar adquiere su propia naturaleza, su hermosura y esplendor justamente al recibir, purificar, sostener y reconfortar a quien se baña en él !"
San Jerónimo escribió este comentario, compuesto de seis libros, en edad avanzada y en tiempos muy convulsos, lo que dificultó notablemente esta empresa. Por entonces, era Jeremías el último profeta que le faltaba por abordar. Entre sus empeños se propuso ordenar las secciones del texto y completar lo que de él se omite en las fuentes hebreas. El resultado final es un notable esfuerzo por restituir lo que nuestro autor consideraba la prístina esencial del profeta, falseada y corrompida por posteriores intereses espurios.
En la época contemporánea, el sufrimiento humano se ha convertido en la gran dificultad para aceptar la existencia de Dios. Por ello, afirmar que Dios no puede sentir ni sufrir ?atributo de la impasibilidad divina, como el de la omnipotencia, la omnisciencia o la eternidad? representa una auténtica provocación e incluso una crueldad para el hombre actual. Numerosos filósofos y teólogos no sólo consideran que esta doctrina es ajena a la tradición bíblica, sino también que fue tomada de la filosofía helenista por el cristianismo. Gavrilyuk afirma, por el contrario, que esta idea ya aparece en el pensamiento patrístico, aunque de una forma dialéctica. Así, frente a los brillantes intentos por resolver la paradoja de la encarnación que representan las alternativas doceta, arriana y nestoriana, la tradición de la gran Iglesia se ha esforzado siempre por salvaguardar la paradoja del sufrimiento voluntario de Dios en la carne, sin reducir la trascendencia de Dios ni su divinidad. En este nuevo contexto, la encarnación aparece como prueba y testimonio esenciales de la compasión divina, salvaguardando así la absoluta dignidad del ser humano, carnal y terreno, que no se consume ante la grandeza de la realidad divina.
La «antropología trinitaria» desarrollada en estas páginas es la que mejor logra descifrar nuestra existencia de forma unitaria, superando dualismos e inútiles y estériles aproximaciones metafísicas al misterio de la persona.
Esta obra explora el testimonio bíblico del ?Dios que está?, el Dios que acompaña y nunca abandona. Es una lectura del Antiguo Testamento donde se testifica del hambre y se deja entrever la dirección donde se encuentra el pan. No sacia, sino que anuncia el tiempo en que el dolor será curado, el espacio final en el que toda mancha, por oscura que sea, será purificada. Un Dios que aun en las peores circunstancias está con su pueblo y lo desafía a ser constructor de un mundo con justicia y equidad. Estas páginas nos ayudarán a sumergirnos en el mundo del Antiguo Testamento y descubrir un espacio fascinante, colmado de preguntas y desafíos, de palabras antiguas que resuenan como nuevas, y en el que arde una llama que las muchas aguas no pueden apagar.
En tiempos de globalización, el mundo experimenta una fusión de fuerzas en los ámbitos de la política, la economía y la comunicación. Pero tampoco los conflictos y problemas existentes o resultantes pueden considerarse ya como fenómenos aislados, sino que su solución requiere igualmente un esfuerzo de todos y un compromiso global. En medio de esta vorágine que nos lleva a enlazar diferentes espacios culturales con vertiginosa facilidad, urge más que nunca el acuerdo sobre unos estándares éticos comunes a modo de orientación que permiten regular nuestras relaciones interpersonales e interculturales. En este contexto, resulta sumamente importante el proyecto Ética Mundial, desarrollado por el teólogo Hans Küng, que ha despertado un gran interés a escala mundial. En la declaración Hacia una ética mundial del Parlamento de las Religiones del Mundo, celebrado en Chicago en 1993, cuyo autor principal fue precisamente Hans Küng, se formuló un catálogo de normas éticas universales, basado en los preceptos básicos de las grandes religiones y sistemas éticos no religiosos. La declaración consiste en un consenso aceptable y sostenible para cualquier ser humano, consenso unificador, esencial para reaccionar contra el conflicto entre religiones y culturas, que perturba la convivencia en nuestro planeta. En estas conversaciones con el periodista Jürgen Hoeren, Hans Küng encara con la franqueza que le caracteriza cuestiones tan apremiantes como: ¿Qué podrán aportar las grandes religiones para contribuir a resolver una crisis económica, ecológica y política mundial? ¿Y, a la vista de fenómenos tan amenazadores como el fanatismo, la creciente agresividad y la xenofobia, realmente será posible una vida en tolerancia, cooperación, veracidad y no violencia? Hans Küng analiza la situación actual con agudeza y concibe ideas concretas para el futuro de las religiones y de la humanidad. Un balance crítico y muy personal de uno de los pensadores más comprometidos e influyentes de nuestro tiempo.
Para comprender la opción teológico-pastoral del papa Francisco hay que adentrarse en la teología de la liberación y en el modo en que esta fue recibida en Argentina. Francisco ofrece un discernimiento de los estilos de vida en esta época global marcada por la indiferencia a los pobres. Esto exige superar la «cultura eclesial», que lleva a una religión privada y pretende vivir un cristianismo sin Evangelio que no conecta con el mundo de vida de los pobres. Su propuesta trata de recuperar la primacía de lo verdaderamente cristiano, de «vivir a fondo lo humano» (Evangelii gaudium 75), y recordar que el futuro del creyente cristiano no es la Iglesia, sino el Dios del Reino que se revela en la praxis de Jesús.
El objetivo de la teología fundamental es mostrar cómo el cristianismo es digno de fe y significativo para los hombres de hoy, y así posibilitar que, tal como las mujeres y los discípulos a partir de aquel primer domingo, los cristianos puedan ser 'testigos' del Viviente (Lc 24,5.23) capaces de 'dar razón de la Esperanza' (1 Pe 3,15), del Dios revelado en Jesucristo y presente por su Espiritu en la Iglesia.