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Nada hay tan práctico como una buena teoría. La acción pastoral, entendida como práctica eclesial, también requiere un fundamento reflexivo que se desarrolla con metodología teológica. Este fundamento se sitúa en el interior de la acción misma para iluminarla e identificarla como tal. La obra, en su primera parte, quiere extraer las consecuencias operativas de la eclesiología y ofrece los fundamentos teológicos de la acción pastoral en sí misma considerada, dedicando un apartado especial a la comprensión histórica de esta acción y a la Constiución Pastoral del Concilio Vaticano II. En su segunda parte, recorre las distintas acciones que la Iglesia realiza y las distintas estructuras pastorales que las sostienen. Para ello, ha elegido el esquema que proporcionan las etapas de la evangelización y, entorno a ellas, ha sistematizado sus contenidos. Cuando hoy insistimos en la necesidad de una nueva evangelización, es preciso que la Iglesia en sus distintos agentes de pastoral haga un esfuerzo de concienciación para clarificar qué es lo que debe hacer y en qué dirección debe proyectar sus obras. El libro quiere aportar a esta tarea las ideas funda-mentales que brotan de la comprensión teológica de la Iglesia y de su acción.
El estudio de los fundamentos de la moral es la mejor puerta de acceso sistemático al estudio del comportamiento humano responsable, que por naturaleza está inclinado al bien. Pero por ser éste un libro de moral cristiana, se deja guiar por la luz de la revelación divina y de la fe. En este sentido, su estatuto epistemológico, es decir, la clave de lectura y el método que se siguen, son necesariamente confesionales. Por un lado, contemplan al hombre, sujeto de su estudio, a la luz de la antropología teológica y de la Escritura. Por otro, analizan las grandes categorías que constituyen el ser de la persona: la libertad y la responsabilidad, los valores, las actitudes y los actos, la ley y las normas, la conciencia, el pecado y la virtud. Si la existencia vital del cristiano tiene como referente primero «la vida en Cristo», el esfuerzo por hacerla realidad únicamente es posible cuando el creyente se deja conducir por el Espíritu que guiaba al mismo Jesús: el Espíritu que revelaba su misión, el Espíritu que hablaba y actuaba en él, el Espíritu que lo resucitó de entre los muertos. Vivir según la carne sólo lleva a la muerte; vivir según el Espíritu conduce a la plenitud de vida en el Señor (cf. Rom 8, 13).