La obra del científico, filósofo y teólogo Pável Florenski (1882-1937) emerge progresivamente del olvido como uno de los pilares de la cultura rusa del siglo XX y una de las grandes figuras del pensamiento humano universal. Ingeniero de reconocido prestigio, trabajó durante el régimen soviético en la electrificación del país. Sin embargo, sus ideas le condujeron a un campo de reeducación en las islas Solovki, donde tras cinco años de duro cautiverio fue fusilado y sepultado en una fosa común en los alrededores de Leningrado. Su obra mayor, La columna y el fundamento de la Verdad, comparable en cierto sentido a los Stromata de Clemente de Alejandría, abre el camino a un nuevo pensamiento que se funda en una original teodicea. El autor, fiel representante de la tradición espiritual de la tierra rusa, se marca como tarea acompañar a los intelectuales de su nación a tender un puente entre la razón y la fe, la ciencia y la liturgia, Atenas y Jerusalén. Su intento de volver a llenar los dogmas de la fe con la savia de la experiencia espiritual viviente no es ingenuo, sino que va acompañado de un impresionante caudal de conocimientos ?desde la matemática a la historia del arte, desde la filosofía antigua y moderna, la lingüística, la literatura y la iconografía a la historia del dogma, la patrística y el folklore? que le han valido el título de «Leonardo da Vinci ruso».
Las principales aportaciones de Jürgen Moltmann al panorama teológico actual ya están presentes en dos de sus libros iniciales: Teología de la esperanza (1966) y El Dios crucificado (1972). La frescura y radicalidad que aportaron aquellas primeras y mejores intuiciones del autor alemán ha hecho de ambas obras auténticos clásicos de la teología del siglo XX. Si en el primer volumen la «esperanza» constituye la clave interpretativa, en este segundo el protagonismo lo asume «la cruz de Cristo». Dicha categoría no sólo sirve para fundamentar y criticar toda teología cristiana, sino que ayuda a iluminar la crisis de la teodicea actual desde la solidaridad amorosa de Dios hacia el orden sufriente de lo creado. El objetivo perseguido es elaborar una doctrina sobre Dios en su relación con el mundo, pero no de cualquier Dios, sino de aquel que se revela trinitariamente en los acontecimientos de la encarnación y de la muerte y resurrección de Cristo. Esta teología de la cruz, que desborda el plano teórico o racional (revolución en el concepto de Dios), posee una clara intención política y liberadora (teología práctica) al asumir de forma axiomática la lucha contra el sufrimiento injusto de los inocentes.
El relativismo difuso urge hoy una fundamentación de la revelación cristiana atenta a la cultura sincrética dominante, en diálogo con la racionalidad y las capacidades del lenguaje para formular con éxito la ratio interna o lógica de la fe. Tal es el cometido de la Teología fundamental: una fundamentación del cristianismo que, sin incidir en la apologética de controversia, afronte con rigor la apología o justificación del cristianismo como religión revelada. En esta empresa, la fe, virtud teologal divinamente infundida, obra de la gracia acogida en libertad por el creyente, desarrolla su propia lógica como respuesta a la revelación de Dios, estando atenta a los datos fundacionales del cristianismo y al desarrollo del dogma cristiano.
¿Quién no quiere ser feliz hoy en día? El joven y el anciano, el hombre y la mujer, el célibe y el casado, el que cree en Dios y el que no...: todos aspiramos a la felicidad. ¿Es este deseo una quimera insensata o un anhelo legítimo? Es posible una alegría profunda, hecha de risas y lágrimas, capaz de vivirse en los momentos de euforia y fiesta, pero también en las horas más oscuras. Es posible un gozo con raíces hondas, que se disfruta en los días radiantes, pero que no se apaga sin más ante la dificultad o la zozobra. Es posible, en fin, una felicidad liberada de la tiranía de sentirse bien a toda costa, una alegría tejida entre lo cotidiano y lo novedoso, llena de nombres, de esperanzas, de historias y de rostros. JOSÉ MARÍA RODRÍGUEZ OLAIZOLA, jesuita, teólogo y sociólogo, trabaja en pastoral con universitarios en Valladolid y es miembro del consejo de redacción de la revista ?Sal Terrae?. En esta editorial ha publicado En tierra de nadie y Un mapa de Dios. Es también autor de Ignacio de Loyola, Nunca Solo. Ha publicado además numerosos artículos en los que combina el análisis social y la perspectiva creyente para asomarse a cuestiones como: las vidas ajenas, la sociedad de las rebajas, los miedos de nuestra sociedad, la compasión, las adicciones contemporáneas o la Eucaristía.
Manual claro y profundo que aborda sin rubor y con decisión todas las cuestiones relativas al mas allá, basándose en un conocimiento profundo de la tradición y de la teología reciente. Si hay un interrogante que, junto con el de la existencia de Dios, lleva el hombre metido en su alma, es el del más allá. De tal modo que la única forma que tiene de evitarlo es la de no pensar, tratando inútilmente de entregarse a la maraña de la vida. Pero si el más allá no existe, el sentido de esta vida se oculta y el egoísmo aparece como la única opción válida. Por eso es de agradecer un libro que aborda sin rubor y con decisión todas las cuestiones relativas al más allá: la inmortalidad, la resurrección, el cielo y el infierno y la venida última del Señor. Basándose en un conocimiento profundo de la tradición y de la teología reciente, y apoyándose sólidamente en la Escritura, Sayés expone todas las grandes y eternas cuestiones del más allá, y de forma clara y más adecuada de lo que se hacía en el pasado. Entra también Sayés en la problemática teológica de la escatología con todas sus implicaciones antropológicas. Se trata, por tanto, de un manual claro y profundo sobre un tema permanente.
Facilidades en la oración mental Si después de estudiar media hora uno no logra concentrarse, es que ha estudiado mal. En cambio, si después de hacer media hora de oración, uno no ha logrado «concentrarse», no pasa absolutamente nada. Se puede hacer oración con la mirada, con las posturas. Vamos a hablar de oración mental porque a veces nos complicamos, y no la hacemos bien del todo.
Si después de estudiar media hora uno no logra concentrarse, es que ha estudiado mal. En cambio, si después de hacer media hora de oración, uno no ha logrado «concentrarse», no pasa absolutamente nada. Se puede hacer oración con la mirada, con las posturas. Vamos a hablar de oración mental porque a veces nos complicamos, y no la hacemos bien del todo. La tibieza es enemiga del cristiano que se ha decidido por corresponder a la gracia de Dios. Y es una mala enfermedad del espíritu porque, a la postre, hace al alma incapaz de reaccionar. Empieza por muy poco y se acaba comiendo todas las ilusiones y todos los afanes por corresponder a Dios y por darse a los demás. De ahí que convenga tener muy en cuenta no solo sus manifestaciones, sino cómo se produce, cómo se diagnostica y, lo que es más importante, cómo se cura.
La mortificación no suele despertar entusiasmo, pero si explicamos "por qué debemos hacerlo" no faltará quien quiera descubrir el misterio de estas páginas.
La novedad de esta historia de mariología, aparte de la ingente documentación que contiene, consiste en la consideración de María como una "persona representativa", como un "fragmento" y a la vez una "síntesis de valores" en la cual se refleja la globalidad de la fe, de la Iglesia, de la sociedad, en una palabra, de las culturas que se han venido sucediendo en la cultura del cristianismo: mediterránea antigua, medieval, moderna y postmoderna.
El amor es una realidad fascinante, pero que parece que se nos escapa cuando lo queremos comprender, del mismo modo que una luz nos deslumbra si nos fijamos solo en ella. La importancia del amor en nuestras vidas y en la revelación divina nos impulsa a introducirnos en su misterio como la única forma de comprender la verdad de nuestra existencia a la luz de la verdad de Dios. Este libro no quiere sino ayudar a descubrir ese misterio de amor como una luz que nos hace vivir en plenitud y enseñarnos a mirar con los ojos del amor. Así se esclarecen los temas fundamentales en los que el amor se nos hace problemático: la relación entre el amor a Dios y el amor al prójimo, los diferentes tipos de amor que descubrimos en la vida, cómo existe un amor divino sobrenatural y de qué modo el desinterés no está reñido con la reciprocidad que exige la dinámica del don. Solo el amor es digno de fe y se convierte en la luz primera del misterio de Dios y del hombre.
Joseph Tissot fue superior general de los Misioneros de San Francisco de Sales cuando esta obra le fue entregada por un escritor anónimo, con la confianza de hacer con ella lo que quisiera. Tissot la adaptó, le dio el título y desde su primera edición en París en 1894, se ha convertido en un clásico de la espiritualidad. Es una obra escrita con clara sencillez que destaca que no puede haber vida cristiana sin unión con Dios; la razón es la primera servidora de la fe; no debe exagerarse la importancia de los medios, los cuales deben ser acciones para conseguir lo que realmente importa, la unión con Dios. Una obra de la que brota una cálida cordialidad y una firme persuasión que inclina la razón y orienta la voluntad hacia la amistad con Dios.