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Ser o sentirse humillado es saber que tú no eres como los demás, que eres demasiado o demasiado poco no importa qué, y que ese exceso o esa carencia te hace merecedor de un trato denigrante que te rebaja, te hunde, te inferioriza, te inhabilita. Ser o sentirse humillado es ser o sentirse una mierda, es decir literalmente un detritus, un desecho, algo que está de más, que sobra, que, además, apesta y ensucia, que hay que esconder, apartar o eliminar. El humillado experimenta de un modo u otro la amargura de su condición, se ve obligado a afrontar las emociones que suscita esa desagregación forzosa, sometiéndose las más de las veces, sublevándose en algunas otras. ¿Cuáles han sido y continúan siendo, hoy y a nuestro alrededor, los motivos de ese maltrato que no necesita pruebas para justificarse, o que es capaz de inventarlas con tal de negarle a alguien el derecho a la igualdad, la libertad, la dignidad, incluso la vida, sólo por las diferencias que encarna o que se le atribuyen? ¿Cuáles son los mecanismos que generan, permiten desarrollar y acaban legitimando esa construcción social del otro como enemigo al que hay que someter, neutralizar, incluso suprimir, en todos los casos no sin antes haberlo humillado? Esas son algunas de las cuestiones que abordan aquí, cada uno de los autores, desde su punto de vista, a quienes reunió la misma voluntad de escrutar en voz alta cómo se origina y funciona y qué objetivos busca el avasallamiento de unos seres humanos por otros, más poderosos o simplemente más numerosos que ellos.