Amiel publicó en vida algunos fragmentos de su diario, pero ello no le sacó de su oscuridad ni tuvo esperanza, o muy poca, de celebridad póstuma. "¿Para qué y para quién habré sido útil?", se pregunta. "¿Durará mi nombre un día más que yo y significará algo para alguien?" (28 de agosto de 1875). El diario íntimo era todavía un género esencialmente privado. Sería justamente, como señala Girard, la publicación póstuma del de Amiel lo que contribuiría decisivamente "a operar la conversión de esa escritura 'para uno mismo' en una escritura para el público, y la transformación del diario en verdadero género literario". Desde ese momento, y aún más desde que Gide inauguró la costumbre de publicar el propio diario, por entregas, en vida, la sinceridad de un Amiel ya no sería posible. En el siglo XX, sobre cualquier diario planea el dilema expresado por Gombrowicz: "¿Para quién escribo? Si escribo para mí, ¿por qué va a la imprenta? Y si es para el lector, ¿por qué finjo dialogar conmigo mismo?" Henri Frédéric Amiel (Ginebra 1821-1881) lleva a cabo en las páginas de su Diario íntimo una incansable investigación de sus propios impulsos psicológicos, de sus debilidades y de sus "sueños" de hombre negado para la vida práctica e incapaz de sufrir las imperfecciones de la realidad.
SOLILOQUIOS Y DIVINANZAS. José Mateos. . En Soliloquios y divinanzas, José Mateos ha reunido algunas reflexiones, algunos pensamientos y sentires que en un principio pueden parecer desvinculados entre sí, pero que, leídos atentamente, forman una larga e i
Los libros o son parte de la vida de uno, y vida ellos mismos, o no son nada. Éste está hecho a partir de algunos libros ajenos por los que el autor ha mostrado siempre predilección que no ha menguado. Hace años publicó una primera serie que tituló Clásicos del traje gris, del que Sólo eran sombras es continuación. "Los lectores han vuelto los ojos hacia nuestra literatura", se dice en el prólogo, "a nuestros muertos y amados escritores, a los galdoses, a Cervantes, a los barojas y larras, a machados y juanramones, a ramones, azorines, solanas y unamunos, a todos aquellos que hasta ayer sólo eran sombras, nuestros admirados clásicos de traje gris, orinecidos hasta ayer en sus cúspides como veletas sin giro...". "En los periódicos, en las revistas, en las editoriales solemos estar siempre más atentos al eco de los vivos que a la voz de los muertos. Verdaderamente clásico es aquel a quien ya no le quedan amigos en los periódicos ni en las editoriales. Un clásico sólo entra en las rotativas o en prensas, si entra, en uno de estos tres casos extremos: cuando se muere (lo que explica la media docena de necrológicas que se incluyen aquí), cuando se cumplen cien años de su nacimiento o muerte (particular éste que sólo rige para unos cuantos, para Cervantes, por ejemplo, pero no para Plutarco) y, por último, cuando alguien ponen en el empeño la pasión necesaria, una pasión impertinente a lo Stendhal". Característica común de buena parte de los escritores sobre los que se habla en este libro es la soledad en la que escribieron su obra. De ahí que el autor termine su prólogo con estas significativas palabras: "Nosotros, los solitarios, ha sido un lema de todos estos años que podría completarse con este otro, sentimental e irrealizable: solitarios del mundo entero, uníos".
LO QUE QUEDA DE AUSCHWITZ. . El archivo y el testigo. HOMO SACER III. . Giorgio Agamben. . . Traducción de. Antonio Gimeno Cuspinera. . . . El problema de las circunstancias históricas (materiales, técnicas, burocráticas, jurídicas...) en que tuvo lugar e
"Ésta no es una historia de la India. Casi todo lo que sabía de ese país cuando me embarqué era lo que recordaba de mi época de colegial: que había habido un motín, por ejemplo, y que parecía un cuerno invertido en el mapa, rosado porque nosotros lo gobernábamos. Lo que equivale a decir que mi conocimiento no era exhaustivo; no es exhaustivo ahora. En esa tierra confusa, me han dicho (pues no tuve la oportunidad de viajar lejos o mucho), no hay uniformidad; las distinciones raciales, religiosas y de casta han separado a un hombre de otro, y el idioma, la indumentaria, las costumbres y supersticiones varían de un lugar a otro. Este diario, entonces, que se desarrolló día a día a partir de una ignorancia casi completa, y por la veracidad de cuyos hechos, dado que dependo sólo de mi memoria, no puedo dar garan tías, este diario, entonces, trata exclusivamente del pequeño estado hindú de Chhokrapur (nombre que sería ocioso buscar en el mapa, porque acabo de inventarlo); y no pretende haber sido exhaustivo ni siquiera en eso. " EN 1921, E. M. Forster a su regreso de su segundo viaje a la India le sugirió a su amigo Joe Ackerley que se postulara para el puesto de secretario del Maharajah de Chhatarpur. Ackerley, de veintiséis años, salía de Cambridge, no tenía empleo, llamaba la atención por su extraordinaria belleza física, y compartía los gustos homosexuales del extravagante soberano, que en realidad no pedía más que un interlocutor y acompañante. El diario que el lector tiene en sus manos narra sus cinco meses de "vacación hindú", que se publicó diez años después, en 1932. Ackerley nunca volvió a la India. El libro, muy leído y elogiado, cimentó su reputación. En su momento, una de las reseñas más entusiastas fue la de Evelyn Waugh, a quien se sumaron Cyril Connolly, L. P. Hartley, entre otros. El Agha Khan llamó "Hindoo Holiday" a uno de sus caballos (Ackerley se sintió obligado a apostar por él en todas sus apariciones, y tuvo motivos para lamentarlo, porque el animal nunca ganó una carrera). La traducción al francés fue promovida por André Gide, y se lo leyó mucho, y con simpatía, en la India. Una edición hecha en ese país en la década de 1970 lleva una introducción del historiador indio Saros Cowasjee, que lo elogia como "el único libro sobre la India escrito por un inglés en el que no resalta durante la lectura la nacionalidad del autor". Esa virtud de quien fue llamado "un artista de la comprensión" ya la había notado Forster, que usó ampliamente las cartas de Ackerley para la redacción de (1924). El que no llegó a leerlo fue el Maharajah, que murió en 1935, apenas aparecido el libro.
Este tomo es el cuarto de los que podrían llamarse de algún modo mis Diarios, y, al igual que los anteriores, Los tres cuadernos rojos, Segundo abecedario y La luz de una candela, está compuesto por notas tomadas entre parte de lo escrito desde 1993 a 1998. Pero no tenía ninguna intención de añadir este nuevo volumen a los ya publicados, y, cuando de repente lo decidí, ya había quemado, junto con otros papeles, algunos cuadernos de esos años, y posteriores. Titulo las notas que he podido salvar Los cuadernos de letra pequeña, sencillamente porque los seis o siete últimos cuadernos eran de pequeño tamaño, y mi letra muy comprimida por lo tanto. No tiene más significado el asunto, ni tampoco tiene otra intención la publicación de esta nueva selección de mis notas que la ya explicitada en los anteriores volúmenes. Si ahora estas notas siguen acompañando a algún lector, o le son útiles de algún modo, no habrá sido en balde su publicación; y, por mi parte, tengo que repetir, de nuevo, que me sentiré muy agradecido.
EL DIARIO DE ALICE JAMES (1848-1892), la hermana, como se presentaba a sí misma, ´inválida´ del psicólogo William y el novelista Henry, representa su aportación a la posteridad junto a las obras de sus famosos hermanos. Alice registró los pormenores de su