Brillante tour de force sobre la necesidad de un cambio educativo. Propone un cambio radical: partir de las razones que nos conducen al narcisismo y al consumismo.
Presentem una proposta inèdita, la història dels primers mercats barcelonins construïts durant el segle XIX. Dotze històries amb caràcter propi: Encants, Boqueria, Santa Caterina, Born, Sant Antoni, Barceloneta, Hostafrancs, Llibertat, Concepció, Clot, Poblenou, Abaceria. Les històries d'aquests mercats ens permet endinsar-nos en un període transcendental de Barcelona, un moment de gran transformació de la ciutata i el país, que evolucionava cap a la modernitat. Parlar de mercats també implica referir-nos al més important, les persones que amb el seu esforç i la seva dedicació van marcar el nostre futur i ens han llegat una herència de valor incalculable.
Todo es menos es un libro de surtidas provisiones. En los libros de esta naturaleza es donde más cosas se suelen echar en falta. En eso se parecen un poco a aquellas cantinas de pueblo de hace cuarenta años, que hacían las veces de ultramarinos, de ferretería, de estanco, de comercio mercero, de casino y, cuando el veterinario estaba de paso por el lugar, hacían también de consultorio pecuario. En ellas se olía a curtidoa y a vino. La estampa solía tener carácter, ver reunidas tantas cosas en una habitación por lo general angosta, ver lo bien que estaba todo abastecido proporcionaba al conjunto un colorido matizado y acogedor: las horcas y guadañas en un rincón, bacaladas, madreñas, tripas para la atanza y alpargatas de esparto colgadas de una viga, cordeles, costales de alubias, esquilones para el ganado, el mostrador de zinc, los veladores de mármol, las estanterías con las conservas, en fin, el género que solía reunirse en tales establecimientos. Al entrar uno pensaba: aquí hay de todo, pero si acaso quería pedir uno algo, un tubo de aspirinas o una botella de refresco, eso no lo tenían. Pidiera uno lo que pidiera, eso no lo encontraba nunca, para desconcierto general. En Todo es menos bien podría suceder algo parecido, aunque tampoco sería grave, pues al final uno termina hallando la manera de poder vivir sin necesidad de aspirinas ni de refrescos. De manera que el lector de este libro, si lo hubiere, se encontrará seguramente, como en la cantina del pueblo, con páginas que no le hacen falta, en tanto echará a faltar algunas otras que creía precisar. Para esa clase de inesperados desengaños está bien echar mano de un lema como éste "Todo es menos", origen de las ciencias positivas. Sabiéndolo, ni al pedir pide uno más de la cuenta ni al ofrecer nos creemos lo que no somos, lo cual, por raro que parezca, y a poco sentimental que se vea, nos volverá a todos mucho más liberales e irreductibles.
Para muchos estos diarios son ya una novela, la novela de nuestro tiempo, porque sólo lo que está vivo merece ese nombre, y los personajes de estos libros entran y salen de ellos como lo hacen esas criaturas, libres e insatisfechas, que vagan por los parques públicos, sin oficio ni beneficio, y así, Sin oficio ni beneficio podríamos titular también esta novela en marcha. Cada día que pasa son más numerosas las sombras que cruzan este Salón de pasos perdidos. Muchas de ellas resultan sombras tan convincentes que parecen vidas, y únicamente porque lo son, el autor se ha fijado en ellas, porque las sombras, se dice aquí, son el alma visible de las cosas. Todos somos protagonistas de una novela, en la medida en que cada uno es dueño de una vida: ese es el principio de donde debieran partir todos los diarios. Y no hay diario de uno solo que no deba serlo de muchos más: ese es también el final a donde debieran conducirnos todas las novelas. Sin embargo, vemos cómo a menudo buena parte de tales existencias acaba por perderse para siempre no sabemos muy bien por qué razón ni cómo ni dónde, y eso es causa de insania, de perplejidad y de atroces desalientos, puesto que todo lo que nace singular no debería conocer jamás la fosa común. Este Salón de pasos perdidos busca desesperadamente redimir de un olvido seguro todos aquellos instantes irrepetibles en los que cristalizan a un tiempo con naturalidad y fortuna los trabajos y los días. Pero su autor lo ha repetido innúmeras veces: nada ni nadie cristaliza solo, y el escritor solitario es por definición un hombre solidario con la realidad y con la vida.
A lo largo de su vida -ya veces en circunstancias extremas-, Max Aub fue anotando sus impresiones, experiencias, opiniones y proyectos en agendas, cuadernos y libretas que a excepción de «La gallina ciega» y «Enero en Cuba» permanecían inéditos hasta la fecha y que constituyen un testimonio literario de primer orden. Acaso los diarios más importantes de nuestra literatura exiliada. Manuel Aznar Soler, editor de este título, es profesor titular de literatura en la Universidad Autónoma de Barcelona. Así mismo, realizó la edición, estudio introductoria y notas de «La gallina ciega», también publicó en Alba Editorial.Max Aub (1903-1972), se trasladó a Valencia en 1914. Adoptó el castellano e inició su vasta obra literaria en el ámbito de la vanguardia, con títulos como «Geografía» (1929). Republicano y antifascista se exilió a Francia desde 1939 hasta 1941.
Fernando Vizcaíno Casas abrió esta colección de Planeta con su libro Historias puñeteras, una antología de anécdotas del mundo de la justicia cuyas siete ediciones aparecidas hasta hoy dan fe de un éxito incuestionable. Siguió con Celuloide casi virgen, un divertido anecdotario que se centra en los ambientes cinematográficos, en sus estrellas famosas, en sus peripecias y en sus infinitas picardías. Ahora nos ofrece, en la misma colección, Humor con humor se paga.Entre estos títulos, Vizcaíno Casas publicó Los imposibles sueños de un señor muy de derechas, novela profunda, recreación de las ilusiones y los desengaños de tres generaciones de españoles, en la que mantiene la línea de humor y nostalgia de sus anteriores obras, Todos al paro, La sangre también es roja, ...y los 40 ladrones. No es preciso insistir en las virtudes literarias de este autor que en los últimos veinte años ha ofrecido a su fiel público treinta y ocho libros. Todos ellos publicados en Planeta y todos, asimismo, reeditados numerosas veces como prueba de la vigencia y aceptación de un estilo literario directo y sencillo, irónico y amable, unánimemente celebrado por millones de lectores.
Este extraordinario libro relata lo que acontenció en Ruanda cuando el gobierno de aquel país puso en marcha una política dirigida a que la mayoría hutu acabase con la minoría tutsi. 800000 personas eran asesinadas en menos de cien días o, dicho de otro modo, trescientas treinta y tres personas eran asesinadas cada hora, por lo general a machetazos. Philip Gourevitch, testigo privilegiado de los acontecimientos, heredero directo de los grandes corresponsales de guerra, presenta un devastador relato que no es sólo un análisis del genocidio y de lo que los ruandeses suelen denominar la lógica del genocida, o una crónica de los campos de refugiados y de los movimientos políticos, sino una disección de las causas últimas y de sus factores determinantes, así como del panorama que ha surgido después de la masacre y de la existencia de emergentes fuerzas que amenazan con convertir el territorio del África Central en un campo de batalla absoluto. Por útlimo, Gourevitch nos revela el perverso impacto de las políticas de la Administración colonial belga, tanto en la gestión de pueblos que anteriormente habían coexistido armónicamente; la incompetencia, inoperancia y hasta cierto punto culpabilidad de las Naciones Unidas y de las Administraciones francesa y norteamericana sin olvidar la voluntariosa y en ocasiones inadecuada actitud de las organizaciones humanitarias. Una crónica del mal que sólo podría rivalizar con El corazón de las tinieblas de Joseph Conrad.
"En el grato decurso de nuestra residencia en la tierra", nos dice Borges en el prólogo de este hermoso libro, "María Kodama y yo hemos recorrido y saboreado muchas regiones, que surgieron muchas fotografías y muchos textos. Este libro no consta de una serie de textos ilustrados por fotografías o de una serie de fotografías explicadas por un epígrafe. Cada título abarca una unidad, hecha de imágenes y de palabras. Descubrir lo desconocido no es una especialidad de Simbad, de Erico el Rojo o de Copérnico. No hay un solo hombre que no sea un descubridor. Empieza descubriendo lo amargo, lo salado, lo cóncavo, lo liso, lo áspero, los siete colores del arco y las veintitantas letras del alfabeto; pasa por los rostros, los mapas, los animales y los astros; concluye por la duda o por la fe y por la certidumbre casi total de su propia ignorancia."