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Dicen cuenta hechos reales en una red de voces acalladas durante generaciones, no está escrito desde la reflexión política, sino desde la justicia poética, es el relato contemporáneo de la postguerra española.Dicen es un libro innovador. No es poesía, no es ensayo, no es narrativa corta y es todo a la vez. Escrito en secuencias cortas, recoge la memoria íntima de una familia y va reconstruyendo sus vida insignificantes para mostrar el terror de la represión después de la guerra civil. Conversaciones, poemas, cuentos, referencias ensayísticas, secuencias fragmentadas que el lector ordena en una historia impactante.La narración arrastra al lector hasta el final por el ritmo, las diferentes voces, la autenticidad y la comprensión paulatina de por qué esa época está silenciada.La autora habla de la justicia poética como una forma de dar vida a aquellos que no quisieron ser nombrados después de su muerte: los represores. Esta historia recupera sus nombres, sus maneras de acturar, sus personalidades, su poder. Y también devuelve la vida a aquellos que murieron en las cunetas o vivieron marginados: los represariados.
Colgada en el cielo, la luna ha ejercido una enorme fascinación entre los seres humanos, que la han venerado en culturas a lo largo y ancho del planeta: así, en la mitología mexicana destaca Meztli, diosa de la luna y de las mujeres, y en la antigua civilización egipcia rendían culto a Tot, representado como un babuino que porta un disco lunar sobre la cabeza. Creencias aparte, la luna deja sentir su poder en la naturaleza, influyendo por ejemplo en la subida de las mareas y en el ciclo reproductivo del coral. El astro fue también el objeto más codiciado de la carrera espacial entre la Unión Soviética y Estados Unidos, carrera que coronaron estos con el alunizaje de julio de 1969. Todo ello y mucho más nos lo cuenta con imágenes y palabras la insuperable Elisa Ancori, dueña de un lenguaje artístico singular, solo comparable en poesía y misterio a nuestra Madre Luna, vientre de historias.
El cantautor Ismael Serrano nos presenta, a través de relatos, a aquellas personas que se han cruzado en su camino. De aldea en aldea, el viento lo lleva siguiendo el sendero. Su patria es el mundo. Como un vagabundo va el titiritero, cantaba Serrat y nosotros tocábamos la estrella que habría de borrar el rastro que deja el mal recuerdo. Eso somos. Titiriteros. Y en ese ir y venir uno trata de permanecer atento, intentando encontrar esa poesía que habita lo cotidiano y que no siempre somos capaces de ver, recolectando historias de gente que convierte el mundo en un lugar más habitable. Este es un libro de viajes. Pero no de los que hice guitarra al hombro, sino de los viajes que siempre quedan pendientes, de las huidas que sueñan aquellos a los que la vida golpea y, a pesar de todo, no se rinden. Historias que salen unas de otras, como matrioshkas con la sonrisa congelada, a la espera de que el hechizo de tu mirada les insufle vida. Aquí van estos cuentos de gente pequeña y de grandes amores, de hombres y mujeres que encontré en mis viajes, seres luminosos y valientes que un día decidieron cumplir con la promesa que alguna vez hicieron mirando el mar, o quizá un rostro dormido, o quizá su propio reflejo en algún viejo escaparate. Yo, mientras tanto, sigo con mi viaje. En busca de nuevas historias. El viento me lleva.
Idoia Montero nos sorprende en este primer poemario con una compilación de textos maduros, llenos de imágenes, que nos hacen viajar desde la penumbra a la luz, desde el dolor a la esperanza. Todo ello acompañado de sus maravillosas ilustraciones. Imagina que no conoces el frío,imagina una bañera de hielo,imagina seguir bailando. En pleno baile es una mudanza, una frontera, un apagón de luz. Habla de la vuelta a casa, de lo que hay después de los golpes, de que un paso atrás no es una huida. Habla del amor y de sus trampas, de los atajos que no llevan al mar, de la defensa del silencio, de moldear la tristeza y la esperanza, de los comienzos y del tiempo límite, de la pérdida y de la evolución, de las visitas a uno mismo.
Prólogo de Luna Miguel.Edición de Juan Cano Ballesta. Miguel Hernández nació en Orihuela en 1910 y, condenado por su militancia en el bando republicano durante la guerra civil, murió en la cárcel en 1942. Comenzó a escribir poemas siendo pastor de cabras, pero muy pronto alcanzó su gran madurez reflejada en el libro Perito en lunas. EL RAYO QUE NO CESA, resultado y testimonio de una profunda crisis vital, es uno de los más conmovedores libros de poesía castellana. El descubrimiento del amor constituye para el autor una extraordinaria aventura poética. Empieza a explorar una nueva dimensión de su ser y descubre que amor y muerte son cara y cruz de una misma moneda. De ahí brota la vivencia básica de la pena, que rebasando los límites personales, hace al poeta cargar, solidario, con el dolor de todos los desheredados.
Prólogo de Luna Miguel. Edición de Fanny Rubio. Dámaso Alonso (1898-1990) ha definido Hijos de la ira (1944) como «un libro de protesta escrito cuando en España nadie protestaba. Es un libro de protesta y de indagación. Protesta ¿contra qué? Contra todo? Habíamos pasado por dos hechos de colectiva vesania, que habían quemado muchos años de nuestra vida, uno español y otro universal, y por las consecuencias de ambos. Yo escribí Hijos de la ira lleno de asco ante la estéril injusticia del mundo y la total desilusión de ser hombre. Es también un intento de indagación en la realidad del mundo, en su esencia, y de su primera causa [?]: la vida es monstruosa porque es inexplicable [?] De esta doble consideración [?] nacen todos los matices y contradicciones que el lector podrá encontrar en las distintas posiciones respecto de la causa primera». Fanny Rubio, directora del Instituto Cervantes de Roma y reconocida especialista en poesía española contemporánea, ofrece en este volumen una edición enriquecida con anotaciones y comentarios, que facilitan las comprensión de cada uno de los poemas."
Prólogo de Luna Miguel. Traducción José Luis Chamosa González y Rosa Rabadán. «Camarada, esto no es un libro; quien toca esto toca a un hombre». Así define Walt Whitman (1819-1892) una obra que construyó a lo largo de casi cuarenta años. Fruto de una época y de un lugar -la Norteamérica del siglo XIX-, este gran poema épico nace y crece con la intención de definir al hombre y a la nación americana frente al dominio cultural anglosajón. Su polémica ruptura, formal y conceptual, con el canon poético tradicional fue tal, que se dice que toda la poesía norteamericana posterior es un continuo diálogo con Whitman; incluso buena parte de la poesía occidental, desde el español García Lorca hasta el caribeño Walcott, bebe de esta fuente de inspiración. Este volumen ofrece por primera vez íntegra la mítica Primera edición de 1855, y una selección de los mejores poemas que engrosaron las sucesivas ediciones.