Creo comprender más o menos lo que empuja a una persona que se siente testigo de hechos importantes a anotar asiduamente los datos pertinentes y sus propios comentarios, que lo son también sin duda, por lo menos a su juicio. Nunca he sentido que fuera ése mi caso. Siempre he estado al margen de los centros de decisión y de los hechos notorios, nunca me he codeado con las grandes figuras y me es imposible imaginar que mi testimonio tenga algún valor objetivo. Pero tampoco me siento muy afín a esos espíritus que fijan en el papel los acontecimientos nimios de sus vidas privadas, sin duda para ulteriores evocaciones íntimas, o que exploran interminable- mente los matices, las sutilezas y las irisaciones de su ánimo, supongo que por deseo de conocimiento y no sólo por autocomplacencia. Son cosas a las que unos cuadernos como éstos, proseguidos a lo largo de muchos años, pueden acercarse a veces, pero que en todo caso están lejos de caracterizarlos. Advierto pues al lector que si espera encontrar aquí alguna información útil, biográfica o histórica, o alguna visión instructiva de la actualidad de tal o cual época, o las sabrosas anécdotas que tanto satisfacen a los espíritus ágiles, no podrá sino quedar gravemente defraudado. Y sin embargo puede decirse que hay un poco de todo eso en estos cuadernos. T. S.
Hasta el último tercio del siglo XIX, todos los que se ocuparon de nuestro poeta lo tuvieron como trovador o consecuencia de la poesía provenzal o lemosina. (...) El intento o deseo de separar o distanciar la obra de Ausias March de la poesía provenzal se inicia en el estudio que le dedica José María Cuadrado, en 1841. (...) Para Martín de Riquer se mezclan en su obra elementos trovadorescos, escolásticos además de la influencia de Dante y Petrarca. (...) En su obra poética predomina la temática amorosa, moralizante (y didáctica, si queremos matizar), espiritual y, su mayor acierto, de preocupación de la muerte.
Antología de la poesía anónima tradicional, de raíces lejanas. Predomina en estas composiciones una expresión sencilla y una forma simbólica. De muy variados temas desde la belleza femenina hasta la realidad circundante, muhas veces con un componente de humor.(De la Introducción de José María Alín).
En el Cantar de Mio Cid, el cid literario -que es un infanzón y no, como asegura la Historia Roderici,un miembro de la alta nobleza- sufre un único destierro provocado por la maledicenciade los que lo enemistan con el rey por el asunto de las parias sevillanas. El Cid marcha al destierro por los valles del Jalón y del Jiloca. No le interesa mantener las conquistas territoriales (Castejón, Alcocer), sino obtener beneficios económicos de las mismas. En su camino hacia el Este entra en tierras protegidas por el conde de Barcelona; el enfrentamiento es inevitable. El Conde es derrotado y encarcelado. En el episodio se alude a otro enfrentamiento anterior, en correspondencia con la realidad histórica. A continuación el Cid conquista, primero, Murviedro y las poblaciones cercanas a Valencia y, luego, la capital; establece obispado para el que nombra a don Jerónimo, venido de Francia. Una serie de regalos (cada vez más valiosos) y quizá el creciente poderío militar del Cid han ido predisponiendo al rey Alfonso para el perdón. Antes permite que su mujer y sus hijas se le unan en la flamante heredad de Valencia. (La familia del Cid literario está formada por la esposa Jimena y las hijas, Elvira y Sol, no las históricas María y cristina; en ningún pasaje del poema se menciona la existencia de un hijo varón.) Un nuevo y decisivoregalo, que sale del botín conseguido tras la derrota del rey de Marruecos a las puertas de Valencia, trae consigo la fijación de unas vistas en Toledo para conceder solemnemente el perdón real y para tratar el casamiento de las hijas del héroe con los infantes de Carrión a petición de éstos. El Cid no se muestra entusiasmado con las bodas, pero deja hacer al rey. Se celebran los casamientos por todo lo alto y, ya en Valencia,muy pronto los infantes de Carrión dan pruebas de indignidad y cobardía. Se sienten agraviados por los hombres del Cid sin motivo alguno y urden una injusta y cruel venganza en sus esposas; la perpetran en el robledal de Corpes. Cuando elCid se entera , decide reivindicar su honor familiar en un tribunal de justicia, la corte de Toledo. El rey lo aprueba, lo convoca y se constituyeen garante. El Cid demanda a sus yernos y el proceso concluye en unas lides judiciales en las que los hombres del héroe triunfan. Al mismo tiempo, sus hijas se casan con los príncipes herederos de Navarra y Aragón.(De la Introducción de Jose Luis Girón Alconchel y María Virginia Pérez Escribano)