Pero sí conocí mi hambre, el dolor en mis labios por el hambre. Sus grietas. Comencé a escarbar en la tierra. Los dedos cavando. Las uñas cavando. Tenía las manos frías, húmedas. Temblaban. Pero no. No había alimento. Tan solo había alimento para los insectos y las hojas. Comencé a lamer las hojas. Comencé a masticarlas. Comencé a comer insectos húmedos. Los helechos. Yo no podía decir. Eso era el silencio. Mientras, el Gran Bosque miraba. «El hambre», de Marta López Vilar MARTA LÓPEZ VILAR (Madrid, 1978) es doctora en Filología Española por la Universidad Autónoma de Madrid, con una tesis sobre el simbolismo y la mística en las Elegies de Bierville del poeta catalán Carles Riba. Su libro De sombras y sombreros olvidados obtuvo en 2003 el Premio Blas de Otero de Poesía (Madrid, Amargord, 2007). En 2007 ganó el Premio Arte Joven de Poesía de la Comunidad de Madrid por el libro La palabra esperada (Madrid, Hiperión, 2007). En 2016 publicó su tercer libro de poemas titulado En las aguas de octubre (Madrid, Bartleby, 2016). Por El Gran Bosque ha obtenido el II Premio Internacional de Poesía Margarita Hierro en 2018. Sus poemas figuran en diversas antologías españolas y extranjeras y han sido traducidos al italiano, portugués y húngaro. Asimismo, es autora de la edición del libro (Tras)lúcidas. Poesía escrita por mujeres (1980-2016) (Madrid, Bartleby, 2016). Como traductora de literatura ha realizado la edición y traducción de los libros Dos viajes al más allá (Madrid, ELR Ediciones, 2005), Elegías de Bierville de Carles Riba (Madrid, Libros del Aire, 2011), entre otros. También ha traducido poesía griega contemporánea. Ejerce la crítica literaria en revistas como Turia.
Desde las muchedumbres de un Nueva York atestado, a la imagen de la soledad de una mosca en su ventana, Charles Simic nos presenta con un estilo muy suyo, un nuevo poemario en el que mordaz y sarcástico realiza un incisivo acercamiento a la realidad desde la oscuridad de su propia cama. La falta de luz (un intento de no despertar a su esposa en las noches de insomnio) hace que el poeta condense su cosmovisión en sesenta breves, enigmáticos poemas donde muestra un mundo absurdo, trágico pero, siempre brillante. Una visión agridulce característica de una de las voces más reconocidas y admiradas del panorama poético internacional.
En los aforismos de Sánchez Menéndez hay una marcada orientación ética y metafísica, e incluso ontológica, no por ello hay un descuido en el lenguaje. Al contrario: son la destreza en el arte de la concisión, y la densidad semántica que la palabra alcanz
Los fieles seguidores del poeta, que son muchos, ya saben que, para satisfacción nuestra -y de ellos-, no es la primera vez que Francisco Brines prestigia con su presencia nuestro catálogo, ya que en 1995 publicamos el que fuera entonces su poemario más reciente, La última costa (Marginales 138). Pronto comprobamos la necesidad de que toda su obra estuviera al alcance de todos. De la urgencia surge, pues, esta edición de su obra poética completa, que puede considerarse desde ahora como definitiva.Inspirada en la reflexión serena sobre la realidad íntima y sobre la existencia -que trancurre siempre, bajo los ojos acechantes del tiempo, en el filo de la vida y de la muerte cotidiana y definitiva-, su obra trasluce coherencia y constancia, y, a la vez, sutiles transformaciones. Así, la lucidez precoz del primer libro, Las brasas (1960, Premio Adonais 1959), da paso a los poemas histórico-narrativos que conforman Materia narrativa inexacta (1965) y al sinuoso y reflexivo Palabras a la oscuridad(1966, Premio de la Crítica). Aún no (1971) abre caminos nuevos, como la sátira y un desgarrado existencialismo que preconiza la visión desengañada y a la vez metafísica de Insistencias en Luzbel (1977). Con El otoño de las rosas (1986, Premio Nacional de Poesía) recobra Brines la transparencia y la diafanidad para culminar con la luminosidad otoñal de su postrer libro, La última costa, en el que alcanza una difícil desnudez y pureza expresivas. Ofrecemos, pues, estos poemas reunidos al lector para que, en palabras del propio Brines, «ajuste el rigor o acompáñelos benevolente, sienta después desvío o concédales a su entregada intimidad (?) el calor de la suya. Violados con tosquedad, o bien gozados, prestos estarán a conceder su intocada virginidad a cada nuevo lector, pues ésta es condición peregrina de su naturaleza».
Quienes le conocen -y sobre todo le han leído- saben que de Antonio Colinas no cabe esperar en principio vuelcos repentinos en su modo de hacer. Los silencios de fuego tal vez no sea sino la culminación de un meditado y firme proceso hacia la paulatina depuración de la lengua, elaborada desde estructuras poéticas cada vez más sutiles, simples, armónicas. Pero es también algo más que una simple evolución : hay, en cierto modo, un cambio de actitud. El poeta, sin abandonar la íntima experiencia del quehacer poético, desciende al ágora y, desde ella, alza su voz herida por lo que en ella detecta : un mundo cultural adocenado, trivializado hasta límites insoportables. Y, desde ella, clama por alcanzar una posible armonía del ser humano con su entorno cultural, con la naturaleza y consigo mismo. Podría tal vez decirse que es la expresión poética de lo que, a modo de meditaciones aforísticas, plasmó en Tratado de armonía (Marginales 113).Las tres hojas del tríptico que articula Los silencios de fuego entablan entre sí una relación dialéctica. Si «Homenajes y presencias» recoge reflexiones, casi siempre escépticas, sobre el triste deterioro de la cultura occidental y «Entre el bosque y el mar», las que le inspira la experiencia de la naturaleza, único mundo que escapa a la voluntad de barbarie que impone la civilización, «Tierra adentro» se propone como un indicio de esperanza en la capacidad del hombre para rescatar de sus propias silenciosas cenizas el rescoldo del que podrá extraer la armónica luz de una posible síntesis ideal.
Los temas de sus Odas son variadísimos, en ellas se exalta la amistad, el amor, la vida rústica o la grandeza de Roma. Sus motivos son también muy diferentes, en unas es un convite o un ánfora de vino o un pasaje de la mitología; en otras, lo será una reflexión moral, un suceso de la vida corriente o un elogio del emperador. En los Épodos predominan con más frecuencia los temas de tipo satírico aunque encontramos también temas amorosos o báquicos. Sin embargo, en la poesía de la Antigüedad los géneros vienen determinados por la métrica y no por la temática, así las Odas siguen la métrica eólica, mientras que los Épodos se basan en la yámbica. Además esta edición ofrece el Canto secular, composición que fue encargada a Horacio por Augusto, y que culminaba los Juegos seculares organizados por el emperador para celebrar la era de prosperidad que se iniciaba con su mandato.Edición y traducción de Alfonso CuatrecasasHoracio (Venusia, 65 a. C.-?, 8 a .C.) Poeta latino. Hijo de un esclavo emancipado, comenzó sus estudios en Roma y estudió filosofía en Atenas. Relacionado con Bruto, en el año 42 participó con el grado de tribuno militar en la batalla de Filipos. Volvió a Roma arruinado y trabajó como escribano en la cuestura. Su relación con Mecenas le llevó a ser amigo de Augusto. Adscrito al epicureísmo, compuso sus libros Sátiras, Épodos, Odas y Epístolas. El poeta satírico de los comienzos, poco a poco, fue endulzando su tono y dio prioridad a la reflexión moral. Amante de la perfección, sobrio, severo en materia literaria, adepto del hedonismo, su moral del placer y de la libertad está siempre sometida al control de la razón.Horacio es, sin discusión, una de las cimas de la poesía de todos los tiempos.Dirigido a público aficionado a la poesía y a la literatura en general.
Victoria Ash inventa un nuevo género literario, los «poemólogos», que, como la vida, son mitad poesía y mitad comedia. De ahí el drama. Poemólogo: arte de mezclar dos géneros tan dispares como la poesía y la comedia y conseguir con ellos risas y emoción a partir de experiencias, propias y ajenas, comunes a media humanidad. Victoria Ash: autora tan atrevida como temeraria que consigue que le publiquen un libro de estas características. Lector de poemólogos: persona sensible, divertida, inteligente(no se le escapa una) y valiente( que no "loca", que nos censuran). Librería: lugar donde los sueños se hacen realidad. Como el de regalarte este libro. Hoy, porque sí, porque tú lo vales y qué poco te lo dices, ¡qué poco! ¡Bienvenidos a vuestra historia!
La obra de Carlos Bousoño se sitúa en el más variado panorama de la lírica española de posguerra. La personalísima evolución de su poesía hace que responda y se diferencie a la vez de los postulados de su generación cronológica, la del 40; anticipe y se relacione con el eticismo del 50; y, por si esto fuera poco, la renovación expresiva que culmina en Oda en la ceniza y Las monedas contra la losa lo identifique con el irracionalismo de algunos de los novísimos.(De la Introducción de Irma Emiliozzi)
Con gran temor, rubor y cuidado escribo estas palabras que deben preceder a los últimos poemas que Pablo García Baena escribió en la última etapa de su vida. Última etapa que debemos considerar desde la aparición de su libro Los Campos Elíseos (Pre-Textos, 2006) hasta el momento de su fallecimiento, el 14 de enero de 2018. Y digo temor porque ante todo debe quedar claro que estamos ante un libro inacabado, ya que en vida su autor no lo dio por finalizado. Rubor porque ?como Pablo no dejó nada escrito acerca del destino de estos poemas? parece una decisión arriesgada darlos a la luz, ya que desconocemos si él lo hubiera hecho. Es cierto que tampoco dejó escrito, ni expresó oralmente, nada que no fuera la voluntad de publicarlos en el momento que él lo creyera oportuno y lo diera por concluido. La muerte no le dejó esa última decisión; pero hay una razón, y muy poderosa, para que este conjunto de poemas puedan estar al alcance de los lectores y de los estudiosos de la poesía española contemporánea, no en vano se trata de la obra postrera de uno de los poetas fundamentales del siglo XX. PABLO GARCÍA BAENA (Córdoba, 1921-2018) es reconocido como maestro por varias generaciones de poetas españoles. Fue, junto a Ricardo Molina y Juan Bernier, uno de los fundadores de la revista Cántico, nombre también de aquel grupo literario que modificó felizmente la poesía española de posguerra. Su obra poética obtuvo un gran reconocimiento nacional e internacional como demuestra el otorgamiento de varios de los premios más pres- tigiosos de este género: el Premio Príncipe de Asturias de las Letras en 1984, el Premio Andalucía de las Letras en 1991, el Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana en 2008 y el Premio Internacional de Poesía Federico García Lorca en 2012. Su producción poética comenzó en 1946, a partir de esa fecha publicó Rumor oculto, Mientras cantan los pájaros, Antiguo muchacho, Junio, Óleo, Almoneda (Doce viejos sonetos de ocasión), Antes que el tiempo acabe, Gozos para la Navidad de Vicente Núñez, Fieles guirnaldas fugitivas, Poniente, Impresiones y paisajes. Su obra se encuentra reunida en varias antologías, entre ellas, Recogimiento (Poesía, 1940-2000), (Málaga, Ciudad del Paraíso, 2000), en Poesía completa (1940-2008), (Madrid, Visor, 2008) y en Antología (1943-2016) (El Toro Celeste, Fundación Unicaja, 2015). En 2004 se publicó el volumen de homenaje Casi un centenario (Córdoba, Plurabell), que recoge una antología de sus poemas y prosas, además de estudios sobre su obra y de textos dedicados por otros poetas. Entre sus últimos libros de poesía se encuentra Los Campos Elíseos (Pre-Textos, 2006), Rama fiel (Ediciones de la Universidad de Salamanca, 2008) y diversas antologías.