Félix María de Samaniego escribe estas fábulas a finales del siglo XVIII. Se trata de una colección de historias breves que tienen como objetivo transmitir al lector una enseñanza. Los protagonistas de las fábulas con animales. Animales que se comportan como personas y que le sirven al autor para criticar los defectos humanos y destacar las virtudes que pueden hacernos mejorar como personas y como sociedad. Para este libro hemos escogido 50 fábulas de las 157 que escribió Samaniego. A pesar del tiempo transcurrido desde su primera publicación el lector se sorprenderá al comprobar que el contenido de las fábulas sigue siendo muy actual.
La Mancha es un mar de tierra aquietado por la pobreza, de secos labrantíos, y si acaso se distingue algo son alguno que otro humilde aprisco asustado de casas de nombre que suena con los puros metales del yunque castellano. No es vivir en peligro la hazaña de don Quijote, es morir en peligro, adentrarse en el denso boscaje de la tristeza y amanecer sin ninguna fe en días vencidos, derrota tras derrota. Su alma se ha liberado de las aflicciones, está libre del nudo corredizo de la tragedia. No es el cristo que clama contra el abandono de su padre, a Dios le nombra con lejanía, sin vana esperanza, con epicúreo desentendimiento: es tan infinita su ausencia. Sin fe no hay duda que maniate las manos, trabe los pies, ponga mordaza en la boca, se puede ser libre para hacer el bien: consolar y, en lo posible, remediar a los llagados con la pobreza, los maltratados de la justicia o heridos de la fiereza del poder.
Vista desde hoy, la obra total de Pablo García Baena resalta por su coherencia y fidelidad a unos principios estéticos. Poeta de ascendencia platónica, concibe la poesía como rapto, como fuego que consume y se adueña del espíritu, como un don, como un espontáneo desborde del sentimiento. La inspiración, colmada por la intensidad de las emociones, se exterioriza mediante el lenguaje de la pasión. Como los románticos ingleses, García Baena encuentra la inspiración inicial en la realidad visible. Las impresiones sensoriales espolean el poder de la imaginación, que proyecta su luz mágica sobre las cosas resignificándolas. El poema se percibe como una escala tendida a la introspección, un interrogatorio con su íntima biografía; y señala que, vivida y luego escrita, la emoción debe estar palpitante en la obra para que el lector, al revivirla, enriquezca su mundo. Esta antología reúne una extensa muestra de su obra poética.
Oscuridad, sombras, silencio, enfermedad, lápida, otoño, soledad, vértigo, sima, intemperie, noche, ausencia, olvido son palabras grabadas a fuego en los títulos de estos poemas, donde el eco del existir confluye en una orfandad sin fisuras cuando se transmuta en sombra cegadora que nos abrasa al desnudar la máscara inclemente de los días. [ ] Todo poema, nos recuerda Eliot, encierra un epitafio. El humo de los labios constituye un proceloso y demorado epitafio que a lo largo de tres ríos desemboca en ese delgado aforismo que los contiene, como la muerte alberga toda la compasión que no supo concedernos el tiempo. Ahora el lector tiene la palabra para sumergirse o elevarse en estos versos que no venden humo, que no son humo. Porque unos labios dicen.
Poemas del asombro y de la fascinación ante el devenir de la vida, observada en sus mínimos detalles. Pocas veces la lengua poética acierta con el tono y con la difícil sencillez como en los versos de Eloy Sánchez Rosillo, uno de los poetas con más lectores de la poesía española reciente. En las páginas de Quién lo diría, el lector logrará «habitar milagros sin saber de milagros».
En la madurez de la vida, Mariano Sánchez Soler se detiene para hacer un repaso descarnado al tiempo transcurrido. Sin perder el ánimo de lucha, aunque ya sin miedo ni esperanza, el balance deja un reguero de pérdidas que la ilusión primeriza de juventud no ha sabido librar del paso del tiempo. La incertidumbre que le ofrece el futuro, la angustia ante lo desconocido y el sufrimiento que impone la realidad del dolor cotidiano le llevan a hurgar en el pasado, para encontrar paz en los recuerdos más íntimos y en el amor. Porque Desprendimiento es, sobre todo, un libro de amor, un emocionado homenaje a quien, ante la dura adversidad, ha sabido calmar sus obsesiones y dar sentido y felicidad al viaje de la vida.
Contiene y proyecta este último libro de poemas de Juan Cobos Wilkins dos hondas imágenes simbólicas y complementarias: la de un mundo, un tiempo, una forma de vida, que el poeta, testigo, ve desmoronarse en paralelo a la existencia propia. A ambas, fundidas en una, sólo puede responder de una forma activa: escribiendo. Muy presentes en sus versos están la desolación, el desamparo, la indefensión, la orfandad, el extrañamiento, el desarraigo, la contradicción hermosa e hiriente de existir. Estamos ante un libro en el que el vértigo y la serenidad no son contrarios, y soledad y belleza llevan alianza. Un libro marcado por las ausencias, las pérdidas, la asunción del dolor y la conciencia del compromiso solidario con el sufrimiento del otro. Construido con, desde y sobre el vacío, el poemario tiene el paso del tiempo como ritmo mismo de sus versos en los que se abren la transparencia de la infancia y el hálito del amor, capaces -a pesar de que el mundo se derrumba? de lograr todavía la magia, el asombro, la alada metamorfosis que desafía a la muerte.
Apesar de que W. H. Auden es el mejor poeta inglés del siglo XX y uno de los más conocidos en España, su obra ha sido poco traducida en nuestro país. Ahora, en Lumen, proponemos un recorrido cronológico por los mejores momentos de su obra. Eduardo Iriarte se encarga de la selección, la traducción y el prólogo, como ya hizo con Louis MacNeice. En este libro podremos disfrutar de piezas tan memorables como «Stop all the clocks», «In Praise of Limestone», «Musée du Beaux Arts» o «Lullaby», la canción de cuna que da título a la antología.