Ir al contenido
El paralelo casi perfecto de las trayectorias biográficas y la insistencia en el tema del paisaje por parte de John Constable y de William Turner favorecen la fascinante confrontación estilística entre los dos artistas ingleses más grandes de la primera mitad del siglo XIX. A la imagen serena, limpia, inspirada en la racionalidad de la visión y en el amor al campo de Constable, Turner contrapone una vivacidad dramática, una animación vibrante de efectos atmosféricos, en la que se funden recuerdos clásicos. Constable, pacientemente dedicado a estudiar los mismos lugares, y Turner, fascinado por las nieblas y por los vapores, se confirman una vez más como los pilares de una nueva concepción de la naturaleza de la pintura, abriendo las puertas del arte a la sensibilidad moderna.