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La sorprendente conclusión de Las últimas obras de Velázquez es que Diego Velázquez pintó dos de sus más famosos lienzos, Las hilanderas y Las meninas, como manifiestos teóricos del ejercicio de la pintura. Según Giles Knox, esta pareja de cuadros vino a ser una sabia respuesta al desdén que por entonces demostraban los críticos hacia lo pictórico. A diferencia de lo que se ha reconocido hasta ahora, Knox presenta a un Velázquez bastante ducho en la teoría del arte de su tiempo, lo que permite reinterpretar Las meninas y Las hilanderas como una polémica celebración de la ?manualidad? de la pintura. Knox saca a Velázquez de su aislamiento ibérico y muestra su deliberada intención de labrarse un espacio propio en la historia de la pintura europea. Las últimas obras de Velázquez presenta a un artista que, como Annibale Carracci, Poussin, Rembrandt y Vermeer no sólo era consciente de la literatura crítica de aquella época, sino además capaz de convertir tales conocimientos en una original teoría sobre su propio oficio. Y lo hizo no con palabras, sino a través de la pintura en Las meninas y en Las hilanderas. Knox replantea la dinámica relación que existe entre texto e imagen no en términos de influencia de la escritura sobre la pintura, o viceversa, sino de vínculo inseparable entre ambos medios de expresión. El ejercicio pictórico suponía un reto a los teóricos del arte no sólo por su íntima asociación con las manualidades, sino porque además era endiabladamente difícil de describir. Al leer como un texto la ejecución formal de los cuadros de Velázquez, Knox descifra el modo en que aquél fue capaz de formular argumentos teóricos mucho más convincentes y rotundos que sus equivalentes escritos.