Pretende mostrar la creciente importancia de una sociedad más tolerante, menos absolutista que la que quieren dejar atrás los liberales españoles, la del Antiguo Régimen, y como se valen de los instrumentos cotidianos que la vida social les proporciona p
El presente trabajo demuestra la estrecha relación que existió entre la pintura y la fotografía en el siglo XIX en España, y rastrea la importancia que esta última tuvo en el proceso creativo de muchas de las pinturas que hoy conocemos. Obviamente, la fotografía y la pintura son dos técnicas muy distintas. En la fotografía, tras el objetivo hay un individuo que la maneja, el ojo de la cámara es fijo, aséptico y a veces implacable, mientras que el pintor es más subjetivo, más sentimental, más dependiente de los cambios de humor y de las tendencias, porque la pintura tiene un carácter creativo e interpretativo que no siempre encontramos en estas primeras fotografías. Prueba de ello es el caso de Dionisio Fierros, que en ocasiones se sirve de la fotografía como base, pero a partir de ella crea e interpreta y sus obras la trascienden, la superan, y sus cuadros vibran llenos de vida, color y sentimiento. Dos técnicas distintas, dos caminos diferentes para entender la realidad del siglo XIX y en definitiva, una misma intención que subyace en pintores y fotógrafos: el ser testigos fieles de la actualidad. Un breve recorrido por la pintura y la fotografía del S. XIX, y en especial, por la obra de Dionisio Fierros, que abre nuevas vías para un estudio más completo del arte novecentista.
El 6 de agosto de 1594, el rey Felipe II mandó proveer una merced de hábito de la orden de Santiago para el maestre de campo don Fernando de Añasco y de Ribera un heroico militar distinguido en las campañas de Flandes, África e Italia como premio a sus servicios. Añasco ostentaba entonces la plaza de teniente de alguacil mayor por el marqués de Tarifa en el cabildo municipal sevillano, habiéndose creado poderosos enemigos que procuraron, por todos los medios, estorbar la definitiva concesión de su hábito. Este trabajo trata de explicar qué ocurrió durante la instrucción de las probanzas de la merced concedida al maestre de campo, profundizando en su biografía y en su entorno familiar, en las perniciosas tácticas de los primeros linajudos sevillanos y en los conflictos que provocó en la ciudad el enfrentamiento entre las dos importantes facciones o grupos de poder que controlaban su Ayuntamiento en los últimos años del siglo XVI: uno, afín a los duques de Alcalá; otro, vinculado estrechamente a los marqueses de la Algaba. Esta pugna tendría su reflejo en la Corte, entre el valido Lerma (firme apoyo del beneficiario de la merced) y el Consejo de Órdenes. Finalmente, esta obra nos remite a los serios conflictos sociales que provocó, en la sociedad sevillana a caballo entre los siglos XV y XVI, la implantación del tribunal del Santo Oficio en septiembre de 1480, y la irrenunciable exigencia social de una preceptiva aunque en frecuentes ocasiones inalcanzables limpieza de sangre.