La pastoral insiste hoy en día, y con razón, en la importancia del primer encuentro personal con Jesús, en la conversión, en la aceptación leal y libre de Jesús como Señor de la propia vida. Son muchos los relatos sobre el tema. Pero, ¿después de creer, qué? ¿Hay algo más que hacer, "además de mantener tu nariz razonablemente limpia, hasta que llegue la hora de morir e ir junto a Jesús para siempre"?Según N. T. Wright, obispo anglicano de Durham (Inglaterra) y afamado especialista en Sagrada Escritura, sí. Después de la primera conversión queda la apasionante tarea de formar el carácter cristiano. Y para ello nada mejor que la práctica de las virtudes. Estas dos palabras unidas -"carácter" y "virtud"- articulan esta propuesta de formación personal en los hábitos básicos del vivir cristiano, haciendo que la vida de fe vaya tomando cuerpo real en el día a día, de una manera sólida, bajo el impulso del Espíritu, tal y como Pablo lo enseña en sus cartas, superando la controversia entre el puro sometimiento a las normas o el simple seguimiento en cada momento de los impulsos internos, so capa de la libertad evangélica. Estamos aquí para convertirnos en seres genuinamente humanos, capaces de reflejar al Dios a cuya imagen y semejanza fuimos creados, y hacer eso en el culto y en la misión, sabiendo que lo hacemos siguiendo a Jesús. Y todo ello es posible por la acción del Espíritu Santo, que transforma el carácter del creyente.
La presencia de la Sagrada Familia ?es decir, la familia formada por Jesús, María y José? en la piedad personal y comunitaria es un dato constante de la Tradición de la Iglesia, aunque en estos últimos tiempos se ha visto empañada en cierta medida por una serie de dificultades. La Sagrada Familia de Nazaret pertenece en realidad al misterio de la encarnación: Dios se hizo hombre en una familia concreta (cf. Jn 1,14). La entrada del Hijo de Dios en el mundo, con su crecimiento, con sus largos años oscuros, tuvo como protagonista a una familia humana, algo que no podemos olvidar o suprimir. El mejor modo de acercarnos a la familia terrena del Hijo es el de atenernos a los datos de la Escritura, que dice lo esencial para la comprensión de esta realidad salvífica. Si los llamados «evangelios de la infancia» (Mt 1?2; Lc 1?2) son un compendio de todo el evangelio, la Sagrada Familia forma parte constitutiva del mismo. Una lectio divina sobre los textos de la Escritura que tratan expresamente de la Sagrada Familia nos ayuda así a una comprensión y asimilación de lo que es esencial y necesario para iluminar tanto nuestra vida personal como la vida comunitaria a partir de la familia.