Madagascar ha sido definida como «Gran Isla» del océano Índico, «santuario de la naturaleza», «isla-continente», «paraíso desconocido», «encrucijada cultural»? Los folletos turísticos elogian esta tierra perdida frente a África y, sin embargo, tan cerca, a veces, de Asia. Pero Tanindrazana, la «tierra de los antepasados», no se reduce a estos estereotipos rimbombantes. Las islas del norte, como Nosy Bé, son ahora muy populares entre los turistas que buscan espacios vírgenes e inmersiones idílicas, pero aún quedan algunos lugares protegidos en un continente que descubrimos cuando nos acercamos a la tierra malgache. El alma malgache, tan rica en creencias y ceremonias, se muestra siempre con el mismo vigor, con el mismo amor tanto en las tierras altas como a lo largo de la costa. La vida aquí es dura, la pobreza omnipresente, pero siempre le recibirán con una sonrisa. Madagascar se entrega sin la intención de recibir nada a cambio: la aventura surge en cualquier lugar y momento. Hay que mantener los ojos abiertos, la mano tendida yel espíritu preparado para recibir toda la belleza y encanto de este país.
Madagascar, el destino muchas veces soñado por muchos: una fauna impresionante (el país figura entre los diez primeros lugares del mundo por diversidad biológica), bellamente representada por los lémures, una no menos impresionante flora en este caso singularizada por los imponentes baobabs, resguardadas en distintos parques nacionales (Andringitra, Bemaraha, Isalo, Ranomafana ), poblado por gentes de diversos orígenes (árabes, suajili, malayos, polinesios), amable y comprensiva con el visitante. Y paisajes, variados paisajes, desde la gran aglomeración urbana de Antananarivo Tana, para abreviar, la capital del país, a la placidez de las aldeas zafimaniry, el bullicio de Tuléar (Toliara) y el mar de Nosy Be e isla Sainte Marie conforman una mínima parte del atractivo de Madagascar.