Con frecuencia se afirma que el Arte Medieval ignora la perspectiva; o, dicho de otro modo, que es bidimensional. En verdad, una historia de la percepción perspectiva que se limite a su expresión geométrica no hará justicia a la verdad figurativa, al valo
MARINI, PIERO Maestro de las celebraciones pontificias / Monseñor Piero Marini; presentación de Pedro Farnés Scherer traducción y revisión por Aurelio García Macías. Barcelona: Fundación Pedro Farnés ; Ediciones STJ; 2010. (Liturgia Fovenda; 3). Como nuevo volumen de la colección Liturgia Fovenda de la Fundación Pedro Farnés y coeditado con Ediciones STJ, esta obra presenta un texto especialmente sugerente y, sin duda, muy oportuno en el momento actual de la vida litúrgica de la Iglesia. Se trata de una serie de experiencias y recuerdos vividos por el que fue responsable mayor de las celebraciones litúrgicas de Pablo VI, de Juan Pablo II y de los principios del actual Pontífice, Benedicto XVI. En estos momentos en que el actual Papa tanto se desvela e incluso se preocupa porque la Liturgia de la Iglesia, celebrada a través de los siglos de maneras secundariamente diversas, se reciba y se celebre siempre como Liturgia que, en su contenido central, se viva como realidad que nos viene del mismo Jesús y no se desvirtúe y llegue a convertirse en simple expresividad y acción de cada uno de los grupos eclesiales. En este sentido, el libro de Monseñor Marini es especialmente interesante. El Concilio Vaticano II, con mucha delicadeza y esmero, se refirió a la inculturación de la Liturgia en los diversos pueblos, ambientes y culturas. Pero muchos han convertido esta inculturación como si la liturgia cristiana fueran celebraciones propias de cada pueblo, olvidando que radicalmente son celebraciones de la Iglesia Católica es decir, universal y no celebraciones propias de cada pueblo, cultura o grupo de cristianos reunidos. El autor de esta obra, Monseñor Piero Marini, vivió personal e intensamente esta etapa de la historia litúrgica. Cuando se daban los primeros pasos de la reforma del Vaticano II, Marini era un joven seminarista y luego presbítero que se entregó ya entonces a la Liturgia, mucho antes, por tanto, de que esta fuera reformada. Más tarde, trasladado a Roma, estuvo en contacto muy directo como ayudante con algunas de las grandes figuras de esta renovación. Su camino litúrgico le llevó incluso a ser el responsable mayor de las celebraciones del Papa. Como dice un reciente autor anónimo, monje de la abadía de Fontgombault (Une histoire de la Messe), para muchos cristianos de hoy la tarea principal del renacer litúrgico del Concilio consiste en preparar nuevos ritos. Esta tarea ha sido ciertamente real pero, en el fondo, secundaria. La finalidad de toda la renovación litúrgica es celebrar la santa liturgia con unción y procurar, muy por encima de todo, que los ritos se vivan no como devoción personal o de un grupo sino como celebraciones de la Iglesia. Es en este contexto como explica Pedro Farnés en la presentación que Marini cuida con especial esmero estos ritos papales de la Iglesia. Además él mismo fue ejemplar actor de las celebraciones papales, con piedad, sentido eclesial y expresividad. En este libro expone algo de sus experiencias y recuerdos de estas celebraciones papales, que pueden ser ejemplo para otras celebraciones episcopales y presbiterales, tanto en el rito ordinario como en el extraordinario que hoy pueden celebrarse pero siempre con fidelidad y unción. .
Este nuevo libro de la colección «Celebrar bien», consta de dos partes bien diferenciadas. La primera, dedicada a La celebración y el Año Litúrgico, sintetiza los conceptos básicos para quienes deben iniciar a otros en el sentido litúrgico. La segunda parte está dedicada exclusivamente a La celebración de la Eucaristía, teniendo como eje central la Ordenación General del Misal Romano (2002).Sus destinatarios inmediatos son todos aquellos que un día tienen la responsabilidad de preparar la celebración de la Eucaristía.
Producto centenario que se ha convertido en un clásico. Aparte de marcarnos el día en que vivimos nos acompaña con su santoral diario, salida y puesta del sol y la luna, reflexiones, minutos de filosofia, sugerencias, chistes, amenidades y unas ofertas especiales de libros para proveer la biblioteca personal y familiar con títulos sugerentes e interesantes.
En la actualidad contamos con cuarenta y cinco textos, tomados del Antiguo y del Nuevo Testamento, para las exequias de un adulto. Esta riqueza ?representada casi en su totalidad en este volumen de la Lectio divina? proyecta su luz sobre varios aspectos de las exequias cristianas: la figura del difunto con toda su historia, su cuerpo, los presentes, que traen consigo todo un cúmulo de pensamientos y sentimientos, a menudo confusos, a veces expresados, con mayor frecuencia no expresados o ahogados. La Palabra de Dios que se proclama en la liturgia en semejantes ocasiones se detiene en estos diferentes elementos iluminando, confortando, abriendo perspectivas nuevas precisamente allí donde sentimos la tentación de pronunciar la palabra fin.
La colección Lectio divina para la vida diaria pretende sugerir un itinerario de lectio a partir de los textos más leídos y orados por la comunidad cristiana y por la tradición viva de la Iglesia. Estas páginas siguen el método clásico de la lectio divina y han sido enriquecidas, además, con fragmentos antológicos tomados de los grandes comentarios que los Padres de la Iglesia y los maestros de la vida espiritual nos han transmitido. Este volumen está dedicado al Evangelio de Juan. El cuarto evangelio es como una relectura simbólica, teológica y espiritual de los acontecimientos históricos ligados al núcleo de la fe cristiana. Permite observar el paisaje palestinense y el misterio de Cristo desde lo alto y desde dentro. Toda la atención del evangelista está dirigida, por un lado, a la autorrevelación divina de Jesús y, por otro, a la respuesta humana de fe o de incredulidad (una decisión de vida o de muerte). Hasta los «signos» prodigiosos realizados por el Maestro de Nazaret son manifestación de su ser revelador del Padre y de su gloria como Hijo de Dios. Esos signos, además de las palabras iluminadoras de Jesús, pretenden suscitar la fe y conducir a la contemplación del acontecimiento capital: la elevación en la cruz, expresión máxima de un Amor que se entrega a los hombres de manera incondicional.