Este mundo de fuerza y violencia no es, no puede ser un mundo añorado o ensalzado en los versos de Julio Martínez Mesanza, que pasan por belicistas. Si nos detenemos un poco ante ellos, veremos, junto al desprecio de la especulación racionalista (que es, sobre todo, el desprecio por la soberbia humana, sus utopías, su orgullo y sus torres), veremos, digo, la terrible verdad de que esa ley de la fuerza y la materia no es la del vitalista que invoca la acción o la de un quijote caballeresco: esa ley preside estos versos no porque sea la suya, la de ellos, sino porque es la nuestra. Nuestro mundo tiene, de nuevo, la idea de la historia que corresponde a la muerte irremisible del individuo personal y al progreso de la especie: en suma, al triunfo de la materia. Y ese mundo de guerra al alma, en el que el alma se debate por obedecer sin que la maten -por ello- los desobedientes, ese mundo es el nuestro, el de hoy, nuestro dialogante y relativo mundo, con su cultura y todo. Esta antología recoge, siguiendo casi de forma estricta el orden en que fueron escritos, poemas de Europa (1983, 1986, 1988, 1990), Las trincheras (1996), Fragmentos de Europa (1998) y Entre el muro y el foso (2007).
Hay quienes aseguran que a la poesía le conviene la oscuridad y el sinsentido. Una frecuentada superstición dicta que la palabra más rara es la más bella y que la sencillez no puede ser artísticamente compleja sencillamente porque no es complicada. Quieren también muchos que la dificultad y «el riesgo» verbal sean la mejor medida de un poema y no la capacidad para desplegar y comunicar en un espacio mínimo una visión del mundo personal, propia. Karmelo C. Iribarren es un poeta que no condesciende con la vacuidad ni la palabrería, quizás porque ha aprendido a creer en la poesía con minúscula y a descreer de las poéticas con mayúscula. Nada en sus versos responde a un programa sino a la vida, su vida, vivida o malvivida; de ahí la presencia del humor y de la ironía, de la noche, el alcohol, las mujeres reales y las entresoñadas, la familia, la infancia perdida, las calles de su ciudad con sus charcos de lluvia y sus semáforos, las gentes con quien por un instante se cruza o ve tras un cristal o en la barra de un bar y también el peso cada vez más grave del paso de los años. De ahí esa mirada suya tan desapegada y tan cercana, tan antisentimental y tan sentimental a un tiempo. Sus poemas, hablen de lo que hablen "y hablan de muchas cosas" hablan siempre de él mismo, es decir, de todos nosotros, sus lectores; quien los lea tocará, como quería Whitman, no un libro sino un hombre. Abelardo Linares La segunda edición de La ciudad reúne casi ciento sesenta poemas seleccionados de La condición urbana (1995), Serie B (1998), Desde el fondo de la barra (1999), La frontera y otros poemas (2005) y Ola de frío (2007), a los que se suman otros veintiséis inéditos. "El volumen ofrece un repaso coherente al mundo literario de Iribarren, caracterizado por una poesía de línea clara que bebe de la mejor novela negra y del heterogéneo grupo de los realistas sucios en lo formal, y del espacio urbano en lo temático. Lo que le diferencia radicalmente de los demás es su forma de mirar". (Alberto Moyano, Diario Vasco)
Enrique García-Máiquez (Murcia, pero El Puerto de Santa María, 1969) ha publicado tres libros de poesía, Haz de luz (1997), Ardua mediocritas (1997) y Casa propia (2004), y el cuadernillo de haikus Alguien distinto (2005). Ha traducido a G. K. Chesterton (Lepanto y otros poemas, 2003) y al poeta brasileño Mario Quintana (Puntos suspensivos, 2007). Junto a José Mateos y Abel Feu dirigió la revista Nadie Parecía. Ha antologado a Luis Rosales (2005), a José Miguel Ibáñez Langlois (Oficio, 2006) y a Pedro Sevilla (Todo es para siempre, 2009), además de prologar a Miguel d'Ors (2001, 2001) y a Aquilino Duque (Los agujeros negros, 2010). Una selección de sus artículos en prensa está a punto de aparecer con el título de Ida y vuelta. De su blog, Rayos y truenos, se publicó el dietario Lo que ha llovido (2009).
Ramón Eder (Lumbier, Navarra, 1952) es un aforista singular, incómodo y necesario. Estudió filosofía en la Universidad de Vicennes, y no ha mostrado el menor interés por los géneros literarios mejor vendidos, como la novela o el ensayo. Cuando se decanta por alguno de los géneros históricos, como la poesía lírica (Axaxaxas mlö, 1985, Lágrimas de cocodrilo, 1988) o el relato breve (La mitad es más que el todo, 1998), lo hace con actitud irónica y con ánimo intempestivo. Durante los últimos doce años, cultiva preferentemente y con innegable fortuna el pensamiento breve, al que pertenecen sus últimos libros publicados hasta el presente: Hablando en plata (El Híbrido, 2001) e Ironías (Editorial Eclipsados, 2007). La vida ondulante es, por consiguiente, su última contribución al pensamiento viajero: el pensamiento de un hombre que, según la fórmula empleada por Blanchot a propósito de Nietzsche, piensa al caminar y conforme a la verdad de la marcha.
G. K. Chesterton no necesita presentación en España. Narrador universal, el polemista hace tiempo que resulta difícil encontrarlo en librerías, mientras el poeta apenas está traducido entre nosotros. Sin embargo, su poesía es la puerta de entrada al resto de su obra. Cuando Chesterton necesita explicar su idea del mundo, recurre con frecuencia a sus propios versos y sus dos novelas más reconocidas se inician con sendos poemas introductorios. Chesterton es un poeta vitalista y activo, que canta a Dios, a la naturaleza y a los hombres con optimismo y jovialidad. Como señala Auden, todos sus poemas de amor son un hallazgo. La presente traducción da muestra de todas esas facetas líricas. Ha sido hecha por poetas españoles de muy diversa condición, edad y obra literaria. La poesía de Chesterton, que tiene algo de coral, ha sido interpretada por cada poeta procurando no desentonar del coro.
VICENTE ALEIXANDRE (Sevilla, 1898 - Madrid, 1984). Premio Nobel de Literatura en 1977. «Tengo unos deseos enormes de vivir, de salir a la vida. Me siento como la llama de una lumbre, que me pasa el alma y la carne y me asoma a los ojos con un resplandor inextinguible. Soy yo mi fuego y mi exaltación y siento una apetencia del mundo y del amor que me haría abrazarlo hasta ser yo él, hasta enajenarme en su extravío. ¿Se perderá esta fuerza mía? ¿Se ha de salvar sólo para mi arte, para encender mi lengua de poesía? ¡Ah, no, no lo quisiera! Quiero vivir; quiero vivir en vida, no en letra, ni tan siquiera en poesía. La poesía como la más ardiente corona de la vida. ¡Pero la vida, sí, la vida!» [Fragmento de una carta de Vicente Aleixandre a su amigo el pintor Gregorio Prieto, en 1933.]
LA carrera de Carlos Morla Lynch (París, 1885-Madrid, 1969) comenzó en París, donde trabajó como diplomático de la embajada chilena durante los años 1920 a 1928. Fue trasladado a Madrid como encargado de Negocios de la embajada que entonces dirigía Núñez Morgado, aunque su papel fue mucho más importante y decisivo que el de este, pues durante los años de la guerra civil, cientos de personas buscaron refugio en la delegación chilena y pudieron salvarse sólo gracias a la habilidad diplomática de Morla y a su generosidad humana, que supo dejar de lado los intereses de uno y otro bando. Morla además de diplomático fue un hombre de espíritu creativo y sensible a las artes. Desde muy joven comenzó a escribir sus diarios que son ya considerados como documentos imprescindibles para conocer la vida española de aquellos años, pues por sus páginas veremos pasar, sin distinción de clase o profesión, lo mejor de la cultura española de entonces. Estarán la mayoría de los miembros de la generación del 27 (Lorca, Cernuda, Aleixandre, Alberti, Altolaguirre, Gerardo Diego, Salinas, Jorge Guillén ), pero además aparecerán juntos, y a menudo revueltos, otras muchas figuras del toreo o de la canción, también políticos, actores, escritores, aristócratas, pintores, etc., entre los que se encuentran, sólo por mencionar algunos ejemplos, Manuel Azaña, Pablo Neruda, Julián Besteiro, Vicente Huidobro, Alejandro Lerroux, Eugenio dOrs, La Argentinita, Ignacio Sánchez Mejía, Gabriela Mistral, Fernando de los Ríos, Gitanillo de Triana, Manuel Ángeles Ortiz, el conde de Romanones, Pastora Imperio, La Niña de los Peines y cien más. Hasta la fecha sólo se ha conseguido publicar una mínima parte de los diarios, que se han recogido en dos libros publicados en 2008 por la Editorial Renacimiento: En España con Federico García Lorca y España sufre. «Quien haya leído los extraordinarios diarios de Carlos Morla Lynch, uno de los más importantes documentos sobre la guerra civil española, y lea ahora estos Informes diplomáticos, no menos inauditos y asombrosos, encontrará muchos parecidos y también grandes y sutiles diferencias y un puñado de no menos valiosas informaciones que desconocía. ( ) Quien haya leído España sufre, agradecerá hoy la reedición de los Informes diplomáticos, porque le recordará, con otro tono, resumido y ordenado, las cosas leídas allí. Y quien los lea por primera vez, querrá leer España sufre y completarla con cuantos detalles exactos esperan allí (en general los más íntimos y cotidianos). A ello ha de añadir el lector la continuación de los diarios de Morla Lynch al finalizar la guerra y los diarios de guerra de su hijo, Carlos Morla Vicuña, publicados en esta ocasión por primera vez.» Del prólogo de ANDRÉS TRAPIELLO
LAS biografías de los grandes artistas siempre han sido mejores cuando son narradas desde la óptica de una inteligencia de igual o superior magnitud. En este caso, es todo un lujo la aparición de esta excelente traducción, hasta ahora inédita en nuestra lengua, que un inglés tan universal como Chesterton dedicó a una enigmática y casi sobrenatural figura como ha sido y será la de William Blake. Digamos que este libro son dos libros en uno, pues a él se pueden acercar no sólo los admiradores de Blake sino también los habituales lectores de las peripecias del famoso sacerdote y detective Padre Brown. Porque tan importante es el aquí ensayado como el ensayista, el biografiado como el biógrafo. De la voz de Chesterton repasaremos con serenidad los datos y las anécdotas que envolvieron la vida de William Blake, abarcando sus diferentes facetas, tanto como pintor, poeta, grabador o como figura que atacó a las normas de la decencia común. Y precisamente, el tema de la cuestionada locura en la figura de Blake es abordado y analizado por Chesterton con suma tranquilidad y con lucidez deslumbrante. No era menos de esperar que, un hombre con tan fuertes inquietudes religiosas como Chesterton, fuera capaz de superar los primeros juicios superficiales que pueden causar a priori el conocimiento de las extrañas maneras de este místico y genial artista. Por eso, dependerá de lo que entendamos por «locura» para comprender el misticismo del Blake que nos presenta Chesterton, quien afirma rotundamente que «Blake no estaba loco. Blake fue uno de los hombres más coherentes, tanto en la teoría como en la práctica, que jamás vivieron sobre la tierra. Blake pudo estar profundamente equivocado, pero jamás tuvo lo más mínimo de irrazonable», pues el loco es el hombre que lo ha perdido todo, menos la razón.
NADIE mejor situado que Zamacois (Pinar del Río, Cuba, 1873-Buenos Aires, Argentina, 1971) para darnos una crónica histórica, sociológica y literaria del siglo que le tocó vivir porque estuvo en el centro, como testigo y como protagonista, de muchos de los acontecimientos más significativos de su tiempo. Regeneracionismo, modernismo, periodismo combativo de entresiglos, II República y Guerra Civil son teselas con las que Zamacois tejió su rica vida. Protagonista y testigo del problema cubano y los pujos regeneracionistas de toda una época, coetáneo del modernismo, que si estéticamente no le tentó, hubo de vivir con intensidad en sus años de redacciones y bohemias. Vivió, ¿cómo no?, en París, dirigió la revista sicalíptica más popular de su tiempo, La Vida Galante. Fundó un subgénero, como el que constituyeron las colecciones de novela corta, tan fundamental en la España de sus tres décadas (1907-1936) literariamente más importantes de los últimos siglos. A Zamacois no le bastó con ello sino que fue, junto a Felipe Trigo, el más influyente de los novelistas eróticos de su tiempo; conoció y visitó América, al fin su continente natal, tanto y tan bien, que muy pocos escritores españoles pueden igualarlo. Tuvo un contacto directo con el arte por antonomasia del siglo XX, el cine. Lo tuvo, igualmente, con otro de los fenómenos tan propios de la centuria como fue la radiofonía. Y, en sus últimos años en la Argentina, también con la televisión. ¿Es esto todo? Claro que no. Sus 98 años de peripecia le permitieron también asistir a la guerra y dejarnos una novela, El asedio de Madrid, a propósito de la misma y, después, vivir un largo destierro, con regreso. Todavía, en su exilio y con muchos años a cuestas, tuvo oportunidad de conocer y trabajar en Hollywood. Estas Memorias, a pesar de su extensión, nos dejan, a menudo, con la ansiedad de saber más sobre muchas de las circunstancias, personajes e historias que en ellos tienen cabida. El censo onomástico es impresionante y, entre el centón de personajes, hay muchos de quienes apenas poseemos información hoy día. Ojalá la recuperación de estas Memorias sirva para abolir el silencio de la crítica acerca de una figura tan activa e influyente en la literatura española del siglo XX. JAVIER BARREIRO, profesor y autor de más de treinta libros, es un especialista sobre la literatura y la cultura popular de los siglos XIX y XX, temas sobre los que ha publicado numerosos artículos y ensayos como El tango hasta Gardel, La línea y el tránsito, Raquel Meller y su tiempo, Cruces de bohemia o Galería del olvido y varias ediciones de autores contemporáneos. Dirigió la revista de artes y letras El Bosque. Ha sido galardonado con varios premios y es doblemente académico en Buenos Aires. Desde 2005 dirige el Diccionario de autores de aragoneses contemporáneos, que se publicará próximamente. BÁRBARA MINESSO es doctora en Filología Hispánica y trabaja en la Universidad de Milán. El eje principal de su investigación es la novela corta del primer tercio del siglo XX. Además de realizar su tesis doctoral sobre Eduardo Zamacois, ha sido editora de la novela de Carmen de Burgos Puñal de claveles, de la cual ha realizado la traducción al italiano, acompañada por un estudio bio-bibliográfico. Se ha ocupado también de la literatura española en las Filipinas y del cine de Almodóvar.
G. K. Chesterton estuvo siempre fascinado por la pintura, y solo la escritura en general (incluido el periodismo) le atrajo más que la pintura en particular. Algunos de sus primeros, y plenamente adolescentes, artículos literarios fueron crítica de pintura y hay más de una docena de libros, del propio Chesterton y de algunos de sus mejores amigos, que incluyen dibujos y caricaturas de nuestro autor. La biografía de George Frederick Watts (1817-1904) que presentamos, absolutamente inédita en castellano hasta hoy, es junto con la biografía del pintor y poeta William Blake (ya publicada en esta misma colección), el principal tributo rendido por el gran escritor inglés a su más insistente y desconocida (al menos por los lectores españoles) pasión artística. Watts, pintor un tanto sombrío y visionario, muy literario y extremadamente simbólico y alegórico está retratado en estas rápidas páginas junto con su época, la de la segunda mitad del siglo XIX inglés. Pero no es solo el retrato del un tanto olvidado (aunque para nada falto de interés) pintor que fue Watts, y de su singular, y un tanto ascética, creencia en la pintura, lo que vale en ellas sino también las fulgurantes y apasionadas disquisiciones sobre la pintura de un Chesterton juvenil que se nos muestra ya dueño de todas las vueltas, revueltas, giros y registros de su inimitable estilo. A. L.
LA poesía de María Victoria Atencia (Málaga, 1931), como la de Rosalía de Castro y Emily Dickinson, nace de la honda tensión entre la vida (observada, soñada o vivida) y la aspiración a la belleza. Poesía secretamente dramática, llena de irisaciones y veladuras que resaltan y, a la vez, ocultan un rico mundo interior. Los versos de María Victoria, de elegante y un tanto extraña serenidad, elusivamente narrativos y aparentemente distantes, gracias al sabio uso del alejandrino, su metro favorito, constituyen una apasionada inquisición sobre la maravilla y la extrañeza de todo vivir. María Victoria Atencia ha publicado, desde su inicial Tierra mojada (1952) hasta el recientísimo El umbral (2011), más de veinte libros de poemas, imprescindibles para cualquier lector atento de la poesía española contemporánea. A. L.
Estamos viviendo un renacimiento de la figura y la obra de Gilbert Keith Chesterton (1874-1936). Por todas partes surgen asociaciones chestertonianas y se reeditan con gran éxito sus obras fundamentales. Por este motivo, se está rescatando también el resto de su obra, aparentemente menor, pero que tiene el encanto de ofrecernos a un Chesterton igualmente atractivo, un «hombre de pelea, un paradojista y un poeta», como lo llama Miguel de Unamuno en el prólogo a esta edición española de Sobre el concepto de barbarie (1915). Chesterton no era un pacifista, pensaba que había «guerras justas» que tenían que librarse. Durante la Gran Guerra (1914-1918), como miembro del War Propaganda Bureau, publicó diversos escritos en defensa de la civilización occidental, que veía amenazada por la moderna maquinaria bélica teutona. En su análisis de los acontecimientos, Chesterton considera que la Gran Guerra es un conflicto «de civilizaciones y religiones, para determinar el destino moral de la humanidad». Esta edición recoge también las Cartas a un joven garibaldino, otro de sus folletos de la época, que tradicionalmente suelen publicarse con estos escritos sobre el concepto de barbarie. El libro lleva una introducción de Emilio Quintana, que dirige la revista online Hallali. Revista de estudios culturales sobre la Gran Guerra y el mundo hispánico.
La historia de Napoleón ha dado lugar a una producción bibliográfica oceánica que ha invadido la literatura y la mitología más allá del campo específico de la historia. Verdaderamente, lo mismo entonces que después, el Emperador es un personaje que ha hecho soñar y ha inspirado a numerosos escritores y novelistas. Uno de ello es Alexandre Dumas, el autor de Los tres mosqueteros o El conde de Montecristo, cuyo padre fue general del propio Emperador, como fue el caso también de Victor Hugo. Con su biografía sobre Napoleón, escrita de forma esquemática, Dumas, anticipándose al regreso a Francia de las cenizas del Emperador en 1840, supo captar mejor que nadie la cresta de la ola del entusiasmo napoleónico para, de una forma breve, sencilla y fácil de leer, escribir en el momento justo el libro apropiado. Alexandre Dumas (Villers-Cotterêts, 1803-Puys, cerca de Dieppe, 1870) es uno de los autores más prolíficos y populares de la literatura europea. Hijo de un general a las órdenes de Napoleón, que más tarde llegaría a conspirar contra este. Sus comienzos literarios fueron en París, donde desde joven se sintió arrastrado por una intensa vocación hacia el teatro y el drama, y aunque escribió numerosas obras, su fama mundial la alcanzó con la novela histórica. Publicó un sinfín de títulos, convirtiéndose, según frase de Delarme, en «el más famoso de los folletinistas y en el más hábil falsificador de la Historia». Vendió libros a millones, llegando a manejar una enorme fortuna que no dudó en dilapidarse, pues es de sobra sabido que derrochó a manos llenas, en una vida de fastuoso escándalo: lujo, frenesí amoroso, banquetes y viajes fueron conduciendo a Dumas a la ruina total. Murió refugiado en casa de su hijo, también Alexandre, y autor de La dama de las camelias. Este, en una carta en la que describía la muerte de su padre, llegó a trazar, tal vez sin saberlo, la mejor y más sintética de sus semblanzas: «Ha muerto como ha vivido: sin darse cuenta». Manuel Moreno Alonso es catedrático de Historia Contemporánea en la Universidad de Sevilla. Historiador de la Guerra de la Independencia y del mundo napoleónico, es miembro de la International Napoleonic Society. Autor, entre otros libros, de una biografía de Napoleón (Napoleón. De ciudadano a emperador) y de su hermano José (José Bonaparte. Un republicano en el trono de España), así como de La verdadera historia del asedio napoleónico de Cádiz (1810-1812), ha realizado numerosas ediciones de texto de época. Ha prologado, entre otras obras, Los periódicos españoles de la Guerra de la Independencia de M. Gómez Ímaz, la Autobiografía de Palafox, Memorias de un boticario (Episodios de la Guerra de la Independencia) de S. Blaze, Memorias de un prisionero de guerra inglés en 1810 de A. T. Blayney, Memorias de un recluta de 1808 de L. F. Gille, o De la Guerra de la Independencia en Galicia de Andrés Martínez Salazar.
La eugenesia y otras desgracias recoge una serie de artículos escritos por Chesterton en torno a la aprobación de la Mental Deficiency Act de 1913, que limitaba los derechos y libertades de personas a quienes los «expertos», aplicando la selección natural darwiniana, clasificaban como «no aptas». Estas páginas suponen la resistencia intelectual del gran escritor inglés a la ideología eugenésica que se extendió por el mundo como un tsunami en la primera mitad del siglo XX. Con su sentido común característico, su alegre ironía y su profundo convencimiento de la dignidad humana, Chesterton desenmascara los sofismas utópicos de los eugenistas, deja al descubierto sus tretas de manipulación e ingeniería social y defiende al hombre real frente a quienes, invocando una supuesta ciencia y la mejora de la raza, querían -y quieren todavía- imponer la ley del más fuerte. A cien años de distancia, sus argumentos y razones no son sólo reflejo de su época, sino que, lejos de perder actualidad, parecen también casi proféticos de las oportunidades y los riesgos de nuestro tiempo. De La eugenesia y otras desgracias (1922) (Eugenics and Other Evils) los lectores de Chesterton en lengua española tenían poca o casi ninguna noticia, pues hasta la fecha solo se había publicado una traducción en Argentina en la década de los 60. De ahí el interés de esta nueva edición española ahora traducida por Aurora Rice y presentada con una extensa y documentada introducción de Salvador Antuñano. Se añade también un ensayo sobre la reforma social y la problemática del control de la natalidad que permanecía inédito en español y que Chesterton publicó separadamente en 1927. Gilbert Keith Chesterton (Londres, 1874-Beaconsfield, 1936). Una amplia parte de su tiempo y de su esfuerzo la dedicó a lo que para él era de suma importancia: la justicia social. Obras como Lo que está mal en el mundo o El perfil de la cordura recogen algunas de sus ideas políticas, económicas, culturales. En ellas aparecen también los principios de su filosofía aplicados a las situaciones concretas de la vida social. Y aunque no todos compartan la imagen de la realidad que allí expone, la mayoría suele apreciar su calidad como escritor, el esplendor de su ingenio, la hondura de sus ideas y su contundente sentido común. Y, por supuesto, todos encuentran en sus obras materia de reflexión, discusión y, como testimonia Borges, felicidad. La eugenesia y otras desgracias es una de estas obras. En el catálogo de Ediciones Espuela de Plata y Renacimiento pueden encontrarse una buena parte, además de una muy buena representación, de la obra de Chesterton. Entre ediciones de rescate, nuevas traducciones y libro inéditos en español sumamos ya una veintena de libros, entre los que destacan los siguientes: William Blake (2007, 2010), El color de España y otros ensayos (2007, 2009), Lectura y locura y otros ensayos imprescindibles (2008), Lo que vi en América (2009), Robert Browning (2010), Chaucer (2010), El hombre que fue Jueves (2010), La cosa y otros artículos de fe (2010) Enormes minucias (2010), Tipos diversos (2011), El acusado (2012).
José Jiménez Lozano (Langa, Ávila, 1930) ha sido un poeta muy tardío. No publicar un primer libro de poemas hasta pasados los sesenta años significa quedarse fuera de los recuentos poéticos, que cristalizan en grupos y generaciones enseguida, en la primera juventud. Además, apareció como poeta cuando ya era un narrador y un ensayista de sólido prestigio, lo que podía dejar a sus versos en un segundo plano. Éstos, encima, no llaman la atención con alardes formales. Y varias de las entregas salieron en colecciones de escasa difusión que hoy resultan inencontrables. Pero nada ha conseguido despistar a los lectores más avisados, que han reconocido en él una voz poética auténtica, única, magistral. El propósito de esta antología ha sido recoger el nítido dibujo de su poesía, que se difumina si no se tienen presentes los poemas de esos primeros libros de difícil acceso, aquí bien representados. La constante depuración de una mirada ya de por sí muy limpia, la trascendencia ahondándose y el humor afinándose, la elegía y el elogio juntándose, la compasión y la felicidad acendrándose le dan a El precio un inmenso valor.