ALEJANDRO DE MACEDONIA (1946) es una biografía ejemplar en la que Lamb nos ofrece un sugerente retrato de Alejandro, el hombre que unió (por primera y quizás única vez) oriente y occidente, al tiempo que nos da también un vívido y colorido relato de las tierras que recorrió y de sus hazañas. Dado que muchas de las fuentes documentales eran sólo accesibles en árabe y chino, Lamb se aplicó a estudiar esas lenguas y recorrió también todo el territorio recorrido por Alejandro, desde Grecia a Afganistán, excepto el norte de la India. Nuestra edición, la primera publicada en España (aunque sí se hicieron ediciones en México y la Argentina, coetáneas de las primeras ediciones americanas e inglesas), cuenta con un prólogo de Luis Alberto de Cuenca, gran lector y defensor de Harold Lamb. HAROLD LAMB (Alpine, New Jersey, 1892-Rochester, New York, 1962) fue ante todo un magnífico biógrafo en una época de grandes biógrafos: como Stefan Zweig, Lytton Strachey, André Maurois o Emil Ludwig, sus contemporáneos. Pero no un biógrafo literario sino histórico y especialmente dedicado a los asuntos asiáticos. Su primera biografía, Genghis Khan (1927) tuvo una gran resonancia y fue traducida a numerosos idiomas, entre ellos, muy tempranamente, al español en 1928, de la mano de Ortega y Gasset y su Revista de Occidente. A ella siguieron más de una veintena de obras, entre ellas: Tamerlán (1928), Historia de las cruzadas (1931), La marcha de los bárbaros (1940), Soleimán el magnífico (1951), Teodora y el emperador (1952), Carlomagno (1954) Aníbal (1958) y Ciro el Grande (1960), que le granjearon una sólida reputación como especialista en el género. Sus biografías son netamente históricas y con una sólida documentación, pero la agilidad de la narración, y la imaginativa y fiel reconstrucción de la época y de la psicología y carácter de los personajes, las sitúan casi en las lindes de lo novelesco.
España sufre. Diarios de guerra en el Madrid republicano, retoma los diarios de Carlos Morla Lynch justo donde los dejó en el anterior volumen En España con Federico García Lorca. Páginas de un diario íntimo (1928-1936) (Renacimiento, 2008), al comienzo de la guerra civil española. «Morla (y la mayoría), ha vivido en tres años lo que otros no vivirían en tres vidas. Lleva alimentos a gentes escondidas en casas particulares, va a visitar a Pastora Imperio al teatro o a su casa, asiste a sus funciones, acude, cuando las hay, a corridas de toros ("con peligro de bombardeo"), a las carreras de galgos, a unos cines para los que casi nunca obtiene entradas, o acaba en el gallinero, porque están siempre abarrotados (en algunos incluso han caído bombas causando enorme mortandad; en todos el público prorrumpe en exclamaciones cuando aparecen banquetes en la pantalla); vuelve a la Plaza Mayor, donde compra unos pliegos de cordel con canciones revolucionarias, o libros en los carretones de saldo ("montones de Sobre los ángeles, a dos reales"), y mira asombrado la muerte y sus múltiples manifestaciones: al pasar en su coche, cuerpos tirados de cualquier manera, asesinados, en la calle, tras los bombardeos, en los hospitales, en esos entierros sin cortejo, sin ataúdes ("no hay, se alquilan por comida"), los ejecutados ("fusilan a la gente sin sentido, llegan sin sentido" porque se han desmayado ya en los coches que los llevaban al "paseo"). Nos había dicho que después de ver tantas cosas uno se acostumbra a todo, pero su diario es el desmentido: nunca dejará de asombrarse. (...) No suele dejar detalle sin anotar, por nimio que sea (...) Todo vale en este testimonio único y veraz». Del prólogo de ANDRÉS TRAPIELLO
Se publican los trabajos presentados a las XII Jornadas de Lingüística, celebradas en la Universidad de Cádiz entre el 30 de marzo y el 1 de abril de 2009.
Mascha Kaléko (1907-1975) nació como Golda Nalka Aufen en la Galitzia polaca y vivió dos años en Marburgo antes de que su familia se mudara a Berlín en 1918. Exiliada en los EE. UU. desde 1938, pasó después casi 14 años en Jerusalén para acabar sus días en Zúrich. Se inició como poeta en los comienzos de la tercera década del siglo pasado, en Berlín, ligada a la estética de la Neue Sachlichkeit, a la que también se rindieron escritores como Kästner, Ringelnatz o Tucholsky. El sarcasmo, la cotidianidad y una factura clásica del verso fueron sus principales aliados y, aunque el exilio al que la obligaron los nazis acabó infundiendo en su poesía una profunda melancolía, sus versos no renunciaron nunca a la sátira. En los países de lengua alemana Mascha Kaléko es, hoy en día, una poeta muy reeditada y querida. Inmaculada Moreno H. (El Puerto de Sta. María, 1960) -traductora de esta edición- ha publicado cuatro volúmenes de poesía: Son los ríos (Renacimiento, 1998), Poemas para sobrinos (Hiperión, 2006), Igual que lava oscura (Renacimiento, 2008) y Donde la hoguera verde (Hiperión, 2011). Con este último trabajo ha ganado el XV Premio Internacional de Poesía Antonio Machado en Baeza y ha sido finalista del Premio Andalucía de la Crítica.
Ciertamente extraña que la poesía húngara, que es género de gran relevancia dentro de la historia literaria europea en una muy difícil época del siglo XX, carezca en España y en algunos otros países de Occidente del debido reconocimiento fuera de un reducidísimo círculo de avezados especialistas y lectores curiosos. Quizás esta ignorancia quiera escudarse bajo la complejidad idiomática, que hace suya la hermosa lengua magiar, u otras cortedades que tienen como consecuencia la marginación de un amplio tramo de las letras centroeuropeas, de los clásicos contemporáneos húngaros y su expresión en verso. Urgía, pues, restituir para el público lector una muestra de este heterogéneo patrimonio. Después de algún estimable y ya lejano esfuerzo por verter al español algunos textos representativos de la poesía húngara entonces limitado a una difusión excesivamente restringida, hoy rareza bibliográfica, este volumen al cuidado del hispanista András Simor reúne a los indubitadamente quince poetas húngaros más singulares del siglo: Endre Ady, Attila József, Mihály Babits, Milán Füst, Lajos Kassák, Gyula Illyés, Miklós Radnóti, Sándor Weöres, László Benjámin, Imre Csanádi, János Pilinszky, László Nagy, Ferenc Juhász, Imre Györe y Mihály Ladányi. En definitiva, un conjunto de medio centenar de poemas que acreditan la excelencia de la lírica magiar de la pasada centuria.
Los hasta ahora desconocidos artículos de Los salones y la vida de París nos revelan no sólo los inicios literarios del celebérrimo autor de En busca del tiempo perdido sino también algunas claves importantes de la psicología y del mundo personal de Marcel Proust (1871-1922). En la literatura de todo escritor realmente grande no hay obra pequeña o falta de interés; sobre todo si, como es el caso, está poseído de un fuerte e insobornable sentido autocrítico. A finales del siglo XIX la crónica de salón constituía en toda Europa, especialmente en Francia, una suerte de género literario. El joven Marcel Proust fue uno de sus más esforzados cultivadores. El trato y el retrato de la "alta sociedad" francesa del momento alimentaban ya, prefigurándolo de algún modo, el secreto universo de Guermantes. Nuestra edición cuenta con un esclarecedor prólogo del muy proustiano Luis Antonio de Villena.
Dionisia García nació en Fuente Álamo (Albacete). Con anterioridad a Las palabras lo saben, ha publicado los siguientes libros de poemas: El vaho en los espejos (Murcia, 1976). Antífonas (Murcia, 1978). Mnemosine (Madrid, 1981). Voz perpetua (Málaga, 1982). Interludio (Barcelona, 1987). Diario abierto (Madrid, 1989). Libro de poemas.
Autor de los libros de poesía La vida misma, (Sevilla, Numenor, 1991), Lo que pasa conmigo (Jerez de la Frontera, Cuadernos de la moderna, 1994), Poetografías (Huelva, Diputación Provincial, 1996), Feu de erratas (Sevilla, Renacimiento, 1997).
Que Pablo García Baena (Córdoba, 1923) resulte casi desconocido en tierras de América no debe extrañar a nadie. Más lamentable resulta que los demás integrantes del grupo Cántico hayan sido ignorados en su propia patria hasta mediados de los años setenta del siglo pasado, cuando fueron descubiertos por los novísimos, que lideraban Gimferrer, Carnero, Vázquez Montalbán y otros. Hasta ese momento, García Baena y sus compañeros permanecían inmersos en un largo exilio interior, silenciados y olvidados por (casi) todos, mientras proliferaban, a su alrededor, poetas y tendencias que iban del más ramplón garcilasismo de la década del cuarenta al realismo social de los cincuenta y sesenta; y de éste al estallido del poema veneciano, con su enjambre de epígonos de principios de la siguiente década. Ninguna antología de época, de las que se publicaron en la España franquista, y ningún estudio importante sobre literatura, aparecido en libros y revistas, se ocuparon de aquellos cordobeses que, en fecha tan temprana como difícil -octubre de 1947- dieron vida a una de las experiencias más sustanciales ocurridas dentro de la lírica española de posguerra. José Pérez Olivares
Publicados en 1609, los Sonetos de Shakespeare constituyen una de las cumbres de la poesía amorosa de todo tiempo o nación. Por ellos desfilan sentimientos que transitan entre la amistad y el deseo, junto con el afán de supervivencia en la hermosura, ya sea ésta la de un cuerpo en otro repetido o mediante unos versos imperecederos. Riquísimos de matices, para reunir todos los ingredientes tampoco falta el misterio que rodea a sus destinatarios: el joven que inspira la mayor parte de ellos y la dama oscura que se interpone en la relación entre éste y el poeta. Antonio Rivero Taravillo, poeta y traductor de Pound, Tennyson y Keats, nos entrega aquí una versión tan ajustada como musical, donde el endecasílabo blanco es espejo que no distorsiona el bellísimo original inglés. No es ésta la primera traducción de los Sonetos a nuestra lengua; sí, quizá, la más fielmente hermosa de todas ellas.
Agustín de Foxá (Madrid, 1903-1959), Conde de Foxá. Poeta, novelista, periodista y diplomático. Ingresó en la carrera diplomática en 193o y después de Sofía y Bucarest ocupó cargos en diversos países. Edgar Neville, diplomático también, fue una de sus primeras amistades literarias. Empezó su producción literaria con un libro de poemas de tono entre modernista y vanguardista, La niña del caracol (Madrid, Héroe, 1933), con prólogo del editor Manuel Altolaguirre. En 1936 publicó El toro, la muerte y el agua, con prólogo de Manuel Machado. Falangista de la primera hora, es uno de los autores del himno «Cara al sol». Entre 1940 y 1943 dirigió la revista hispanoitaliana «Legiones y Falanges». En 1940 publicó la antología El almendro y la espada: poemas de paz y guerra (San Sebastián, Librería Internacional) y en 1948 El gallo y la muerte. Además de su poesía, merecen destacarse sus obras teatrales: Cui-Ping-Sing (1940), Baile en Capitanía (1944), ambientada en la segunda Guerra Carlista y El beso de la Bella Durmiente (1948). Es autor de un libro de viajes, Por la otra orilla. Crónicas e impresiones de viajes por América (1961) y como narrador, publicó una importante novela de corte histórico, entre Galdós y Valle-Inclán, Madrid de corte a cheka (1938) y un libro de relatos, Misión en Bucarest (1965). En 1956 ingresó en la Real Academia Española.
Bajo el título general de Ángel en llamas, que es también el de uno de sus mejores libros, se recoge en este volumen una muy amplia selección de la poesía de César González-Ruano (1903-1965), que alcanzó la veintena de libros publicados. Por encima de sus otras obras (sus magistrales artículos, sus memorias y diarios, sus novelas), González-Ruano quiso ser primero (en el tiempo y en el deseo) poeta. Involuntariamente al margen del grupo escogido del 27, tiene Ruano una voz poética personal, reconocible en sus diversas etapas: modernismo tardío, ultraísmo, surrealismo... Aunque dejó de publicarlos en 1945, cansado de su escasa repercusión en el panorama poético español, Ruano siguió escribiendo poemas como una necesidad íntima. Esta antología recoge, pues, más de cuarenta años de una escritura que su autor abordaba sabiendo que «la poesía pertenece al milagro». J. L.
Si es difícil seleccionarse uno mismo, más difícil es, supongo, que la selección de un lector de nuestras cosas coincida con la propia. Pero en esto ocurre en cierto modo como con la imagen que tenemos de nosotros mismos y la que nos devuelven los demás. Espejos vivientes, como el de Blancanieves, pero no competitivos como aquél, nos dicen algo que sin su mirada no hubiéramos alcanzado a saber. Ésta es la selección de un poeta, un lector experto y un amigo, hecha con una generosidad y comprensión que a uno le asombran y conmueven; una invitación delicada y sabia al cuarto de palabras que uno se ha ido construyendo para vivir en él.