Refiriéndose a El cisne, de Gudbergur Bergsson, escribió Milan Kundera: «Esta novela picaresca sobre la infancia exhala en cada línea el paisaje islandés. Sin embargo, por favor, ¡no la lean como (?) una extrañeza exótica! Bergsson es un gran escritor europeo». En efecto, por su origen, por su actitud en la vida y, en consecuencia, también por su obra, Bergsson se sitúa, como insiste Kundera, «en el centro mismo de lo que se podría llamar, a mi juicio, la modernidad de la novela». Da la casualidad de que Bergsson vive a caballo entre su país y España y que, en cierto modo, lo tenemos desde hace más de cuarenta años al alcance de la mano? Conoce como pocos nuestro idioma y nuestra literatura -es el traductor al islandés de El Quijote, pero también de Borges, García Márquez, Rulfo, Sábato y muchos más-, ¡y nosotros, en cambio, ignorándolo todo de él! Era hora de remediarlo, y para Tusquets Editores es todo un privilegio. Tras haber cometido pequeños hurtos, una niña de nueve años es enviada por sus padres al campo con la intención de reconducirla al buen camino. Es una niña de ciudad, y el campo se le revela como un mundo hostil y cruel. Pero esa niña, preocupada por saber qué lugar ocupa en el universo, muy pronto irá estableciendo lazos muy fuertes, desgarrados y reflexivos a la vez, con los elementos que la rodean y empezará a presentir la violencia que rige la naturaleza y la vida de los seres humanos. Durante el corto verano islandés, que transcurre entre aguaceros y días apacibles, la niña conoce de cerca la crudeza de la lucha por la vida y se enfrenta a ella entre las brumas de los ensueños propios de su edad. Un día, en la soledad de un páramo, sorprende a un cisne que, para proteger a sus polluelos, está matando a un cordero? ¿Por qué tanta crueldad unida a tanta belleza?«El enigma de la edad: un tema que sólo una novela puede aclarar. Nueve años, la frontera entre la infancia y la adolescencia. Jamás he visto esta frontera mejor expresada que en esta novela», escribe aún Milan Kundera.
Si Gudbergur Bergsson nos sorprendió con El cisne (Andanzas 307), una pequeña obra maestra que despertó el entusiasmo de la crítica, y su siguiente novela, Amor duro (Andanzas 394), confirmó que era un autor capaz de abordar sin medias tintas una original historia de amor desesperado, ahora nos cautiva con La magia de la niñez, un texto personal e inclasificable, autobiografía novelada o novela autobiográfica, como se prefiera, que refleja con una mirada adulta y lúcida el espíritu de la infancia. De la misma manera que algunos escritores «van a la guerra para poder escribir sobre ella», así regresa el autor a la casa de su niñez en Grindavík, un pequeño pueblo pesquero islandés. Y el retorno a los escenarios del pasado se convierte en un fascinante viaje al mundo mítico y mágico de una infancia peculiar, en la que imperan las misteriosas figuras del padre (un ser distante que construyó con sus manos un hogar que nunca sintió como suyo) y de la madre (a quien, a su vez, le privaron de infancia). De este modo, el lector se sumerge de lleno en la vida de una remota comunidad a finales de los años treinta, marcada por las penurias cotidianas y las decisiones a veces trágicas. Allí, sólo la reacción serena de los adultos aporta seguridad frente a un clima despiadado y un mar amenazador, y la rutina se rompe con las fiestas navideñas o la insólita presencia de soldados británicos durante la segunda guerra mundial. Cuando el lector cierre este libro, Islandia y sus gentes ya nunca serán lo mismo.