Ir al contenido
La locura no es una simple enfermedad, es la forma en que los dioses se relacionan con los humanos cuando quieren comunicarles algo; pero sobre todo cuando los hombres cometen algún tipo de impiedad y deben ser destruidos. Sólo entonces entendemos que la locura no es un estado permanente, sino una viven¬cia que delata la presencia de potencias que rigen nuestras vidas. Esto es lo que la autora nos explica a lo largo del libro, hacien¬do el recorrido por las figuras más importantes de la locura en la tragedia griega, como lo son áte (exaltación divina), ménos (ardor), hamartía (error, pecado), la famosa melankholía (bilis negra), a la vez que aclara algunos de los conceptos que el psicoaná¬lisis ha producido sobre el delirio humano. En este momento en que el sentido existencial de los hombres parece extraviado, este libro puede ser una guía o por lo menos un diagnóstico de dicho extravío. Vivaz y provocativo. Un atractivo de A quien los dioses destruyen es la amplitud de sus referencias, que se expanden más allá de los griegos hacia tiempos más recientes. The Times Un libro variado y de gran alcance. Su objetivo es arrojar luz sobre los escritores griegos invocando el pensamiento moderno, y tam¬¬bién refutar al pensamiento moderno y ampliar su estrechez mediante el énfasis en la literatura, y especialmente en la tragedia. Las ideas son sugerentes y atrayentes. The Spectator
"Robert Delaunay, pintor de oficio, quiso escribir un libro, nunca lo terminó: este es el libro que quiso escribir Robert Delaunay". Este silogismo que parece paradójico, retorcido, espirálico, surge no obstante como una evidencia al recorrer esta reuni
Curioso análisis de Luc Ferry sobre la vida privada desde el punto de vista de la familia moderna y del matrimonio por amor. El siglo XX ha tenido un efecto corrosivo. Del mismo modo que las monumentales estatuas de dictadores derrotados, que vemos derrumbarse en los noticiarios, los valores tradicionales se han venido abajo. Paradójicamente, este siglo de deconstrucciones ha creado una globalización liberal que exige la liquidación de los más sagrados ideales. ¿Debemos reconstruir nuestra sociedad? ¿Sobre qué valores? Luc Ferry afirma que la respuesta está en una esfera privada, ámbito que cada día gana mayor protagonismo. Pero esto no debe interpretarse como un «encierro individualista» o una «renuncia a los asuntos mundiales». Muy al contrario, representa un extraordinario potencial para la ampliación de horizontes. Supone un humanismo que ha alcanzado, al fin, la mayoría de edad, y no un giro hacia el egoísmo y la atomización social. Este vuelco sin precedentes toma directamente sus raíces en la historia, tan apasionante como desconocida, de la familia moderna y del matrimonio por amor. Debemos partir de ese fenómeno crucial para devolverle márgenes de maniobra y sentido a una política al fin auténticamente democrática.