La noción de sociabilidad remite en la historiografía a la aptitud de los hombres y de las mujeres para relacionarse en colectivos más o menos estables, más o menos numerosos, y a las formas, ámbitos y manifestaciones de vida colectiva que se estructuran con este objetivo. Una noción amplia pero indudablemente fecunda en la encrucijada de la antropología cultural, la etnología de la vida cotidiana, la sociología del ocio y la historia social y política y que supone pues multiplicidad de espacios y de formas. "Cultura, ocio, identidades" ofrece una serie de estudios sintéticos, del siglo XIX al XX, de varios espacios de sociabilidad (sea formal o informal, burguesa o popular, masculina o femenina ): ateneos, casinos, coros, clubes deportivos, logias masónicas, tabernas y burdeles.
A partir de las últimas discusiones sobre modernidad y posmodernidad en América Latina replantea el concepto de violencia en Colombia analizándolo como un complejo heterogéneo de manifestaciones.
¿Qué puede explicar hoy la llamada historia social? ¿Cómo puede relacionarse con el análisis de la cultura o de las relaciones de género? ¿Cómo transmitir una idea reflexiva y crítica de su propio pasado a sociedades cada vez más complejas y cambiantes, en las que parecen disolverse identidades arraigadas, mientras que surgen otras que se habían dado por extinguidas? Los ensayos que aquí se recogen del historiador Jurgën Kocka abordan estas cuestiones, a la vez desde el campo del rigor metodológico y la responsabilidad propia de una ciudadanía democrática, afectada por los cambios recientes de las sociedades avanzadas.
Esta historia de la edición y de la lectura muestra cómo cambiaron las prácticas, las condiciones técnicas, económicas y sociales de acceso a la cultura escrita en la España del siglo XIX y primer tercio del siglo XX, momento en el que se abría el tiempo de los editores y también de la socialización de la lectura. Hoy, la reflexión sobre el libro y la lectura es central en la nueva historia cultural que permite el encuentro entre la producción de libros, las formas materiales y de circulación a partir de las que son difundidos y las prácticas culturales con que son asumidos,con sus dimensiones sociales.
Además de un eminente político liberal, Álvaro Flórez Estrada fue uno de los economistas más distinguidos de su tiempo, consagrado con este Curso de economía política, una obra que, por su extensión y la actualidad de las ideas que incorpora, significa un hito en el desarrollo de la economía política en España y Suramérica. Su propósito era divulgar la economía a través de un «tratado completo» en el que se recogieran «los grandes descubrimientos hechos en esta ciencia» durante los últimos años, con la finalidad de conseguir reunir una summa del conocimiento económico de la época. Para Flórez Estrada, la economía política «es la ciencia que examina las leyes que regulan la producción, la distribución, los cambios y el consumo de la riqueza», y, en consecuencia, el Curso está dividido en cuatro partes dedicadas a esas materias, en ese mismo orden, todo ello precedido por una introducción y un extenso «Discurso preliminar» que contiene una historia de la economía política, su método y las diferencias entre la economía y otras ciencias, de forma a la vez divulgativa y crítica de las ideas de los grandes pensadores económicos, desde Adam Smith a Saint-Pierre o David Ricardo. Revisadas sucesivamente por el autor, se realizaron siete ediciones de la obra entre 1828 y 1852, la última de las cuales es la que sirve de base para el presente volumen, en una edición anotada por Salvador Almenar Palau (catedrático de Historia e Instituciones Económicas de la Universidad de Valencia), responsable, además, de un esclarecedor estudio preliminar, y que incorpora ?por su destacado interés y a modo de homenaje y recuerdo en el aniversario de su muerte? dos textos introductorios del profesor Ernest Lluch (de 1980 y 1999), que enmarcan magistralmente este Curso en la historia del pensamiento económico español y europeo.
El temor a la pérdida obsesionó a las sociedades europeas de la primera modernidad. Para dominar su inquietud, fijaron mediante la escritura las huellas del pasado, el recuerdo de los muertos o la gloria de los vivos, y todos los textos que no debían desaparecer: el escrito tuvo entonces la misión de conjurar la obsesión de la pérdida. En un mundo donde las escrituras podían ser borradas, los manuscritos extraviados, los libros siempre amenazados por la destrucción, la tarea no era fácil. Paradójicamente, su éxito pleno tal vez no dejaba de crear otro peligro, el de una proliferación textual incontrolable, el de un discurso sin orden ni límites. El exceso de escritos, que multiplica los textos inútiles y sofoca el pensamiento bajo los discursos acumulados, fue percibido como un peligro tan grande como su contrario. Temido, el borrar era entonces necesario, como lo es el olvido para la memoria. Deteniéndose en obras poéticas, dramáticas y novelescas en las que los objetos y los usos de lo escrito se volvieron literatura, este libro busca comprender la tensión entre inscripción y pérdida, entre archivo durable y escritura efímera, estableciendo para ello un cruce imprescindible entre la historia de la cultura escrita y la sociología de los textos.
Presentación y relato histórico por Adalberto Martínez Solaesa. Biografías, ilustraciones, complementos y ejemplos musicales por Luis Naranjo Lorenzo. Extracto de contenido: acercándonos a la música; prehistoria y música; Edad Media I. La Monodía; Edad Media II. Inicio de la Polifonía; el Renacimiento; el Barroco; el Clasicismo; el Romanticismo; los Nacionalismos; España. La reacción nacionalista; el Impresionismo; la música del siglo XX.
El valle del Guadalquivir fue una de las zonas que tuvo en la antigüedad las imprescindibles condiciones climáticas y de fertilidad en su suelo como para evolucionar al grado de civilización: a las orillas de ríos caudalosos y navegables, tierras que permitían un buen cultivo y permanecían habitadas desde el paleolítico. Pero siempre se ha denostado la idea de una civilización propia en la suposición de que todo rastro civilizador le viene de Oriente. Sólo se le permiten algunos rasgos característicos propios y, además, siempre desde una posición de indígenas dominados que copiaban a sus colonizadores. En este libro se abordan los antiguos asentamientos en el Bajo Guadalquivir, alrededor del lago Ligustino, desde el III milenio hasta que los tartesios se difuminaron en la historia con la conquista romana, con aportaciones concretas sobre los yacimientos de Asta y toda la zona de la provincia de Cádiz. Se ofrecen y siguen pistas por las que en este extremo de Europa también pudieron darse civilizaciones autóctonas desarrolladas, y no sólo la mítica Atlántida que tanta tinta ha vertido, pueblos que elaboraron una arquitectura particular, una forma de arte propia, unos ajuares diferentes, una agricultura acorde con el terreno, una tecnología que supo aprovechar los metales de sus minas, un comercio que les llevó a construir naves capaces de enfrentarse a las mareas del Atlántico, unas ciudades que aglutinaran y rigieran todo ese devenir. Esta ?otra mirada? ofrece una singular visión del mundo antiguo en la que Tartesos, aunque con influencia fenicia, no sería una creación fenicia, sino que, siendo heredera de la cultura megalítica, aportó su conocimiento y técnica a la creación de una gran comunidad en el Mediterráneo durante el llamado Período Orientalizante y que, por tanto, puede ser considerada como la primera civilización autóctona de la Europa Occidental.
Herederos de un humanismo antiguo y radical, los estudios culturales constituyen, como señala Antonio Lastra en esta obra, "la respuesta contemporánea más exigente a las cuestiones suscitadas por una historia terminable e interminable a la vez, pero, como disciplina y como método de investigación y transformación de la realidad, los estudios culturales se enfrentan a dilemas casi insolubles". En el trayecto para la construcción de esa respuesta, 'Ecología de la cultura' -que comienza con una consideración sobre la naturaleza y concluye con una reflexión sobre la cultura- también puede ser leído como un estudio que va del desmoronamiento del mundo en el poema de Lucrecio a la indagación del dominio de la naturaleza por el hombre. Provisto de procedimientos que proceden de la filosofía y de la poesía, la filología y el psicoanálisis, la religión, el cine o la antropología, Antonio Lastra inscribe su "ecología de la cultura" en una vertiente político-antropológica de los estudios culturales en la que la relación "entre la naturaleza en general y la cultura es determinante para la comprensión de la naturaleza humana en particular".