Ir al contenidoHistoria social y cultural
Durante el bombardeo aliado de Alemania, Hitler estaba más preocupado por la destrucción de los tesoros culturales que por la de los hogares de los alemanes. Notablemente, sus propagandistas difundieron este hecho convencidos de que revelaría no su crueldad, sino su sensibilidad: la catástrofe no consiguió aniquilar su espíritu de artista. Es imposible comprender esta forma de pensar sin entender lo que Wolf Lepenies llama «La seducción de la cultura en la historia alemana». En este fascinante y excepcional libro se analiza la historia de una polémica costumbre alemana: la de valorar los logros culturales por encima de todo lo demás y considerar la cultura como un noble sustituto de la política. Lepenies analiza el modo en que esta tendencia ha afectado a la historia de Alemania desde el siglo XVIII hasta nuestros días, manteniendo que la predilección que tienen los alemanes por el arte es esencial para entender la naturaleza del nazismo, el atractivo estético que esta ideología ha tenido para muchos alemanes y el hecho de que tanto Hitler como muchas personas cercanas a él entendieran el arte como un sustituto de la política. Asimismo, el autor no se ocupa sólo de Alemania, sino también de cómo la obsesión de los alemanes por la cultura, su sensación de superioridad cultural y su desprecio por la política han afectado a su relación con otros países a lo largo de su historia, sobre todo con Francia y con Estados Unidos.
"Capital aborrecida
" recoge el sentimiento antimadrileño desarrollado a lo largo del siglo XIX y su evolución hasta los años posteriores a la Guerra Civil. Constituye una manifestación específica del rechazo hacia las ciudades, la industrialización y el liberalismo que tiene a Madrid como epítome de la urbe moderna y del poder político. Esta prédica antiurbana y antiindustrial, que se remonta a la Antigüedad, a la idea de la Edad de Oro y de la Arcadia feliz y es inseparable de la tradicional actitud de valoración del campo y de condena de lo ciudadano, se desarrolla en España con intensidad a lo largo del siglo XIX, donde adopta habitualmente la forma de antimadrileñismo. Este sentimiento coincide con la aparición en España de la sociedad moderna, y se expresa y difunde a través de la literatura, el arte y el discurso político entre 1898 y 1945. En la animadversión hacia la capital de España, surgida al compás de la implantación del liberalismo y de la industria, tiene especial importancia la Guerra Civil, época en la que coinciden una serie de planteamientos sobre la urbe contemporánea, la idea de España y la consideración de Madrid que se concretan en una visión de la capital inseparable de anteriores actitudes críticas y de los acontecimientos desarrollados durante la República y el conflicto civil. La actitud contraria a la capital, al fenómeno urbano y a la sociedad moderna e industrial, contribuyó durante los años que van de 1936 a 1939 a la construcción por los sublevados de la imagen del Madrid revolucionario y a determinar los planes para el que imaginaban iba a ser el Madrid de posguerra.
El pirata, ese personaje que se mueve entre la realidad y la ficción, ese individuo de imagen casi cinematográfica y romántica, con la pata de palo, el parche en el ojo y el loro sobre el hombro, existió de verdad y no era ni mucho menos un héroe. Bucaneros, filibusteros y corsarios sembraron el pánico dedicados al saqueo, el robo, el secuestro y hasta el asesinato, desde el siglo XVI hasta el XVIII, aunque los hubo antes y sigue habiéndolos hoy en día. Esta monografía presenta un texto apasionante sobre su origen, sus códigos y normas de convivencia, su vestimenta y forma de vida, tipos de banderas, barcos y armas, cómo se realizaba un abordaje o cómo se repartía un botín. Entre legendario y real, ¿quién no siente cierta atracción por la libertad de los piratas?
Roberto Zapperi habla del destino de un nativo de Tenerife, afectado por una rara enfermedad. Un vello largo como una segunda piel cubría su cara y su cuerpo, dándole el aspecto de un animal. La historia comienza en la primera mitad del siglo XVI y continúa en la corte francesa del rey Enrique II, al cual había sido entregado Pedro González cuando aún era un niño. El rey hizo posible que estudiara y en París se casó con una bella francesa, que le dio hijos velludos como él. Los disturbios políticos condujeron más tarde a la familia a Italia, a la corte de los Farnesio en Parma y Roma, hasta que su hijo mayor, finalmente, proporcionó un alojamiento a sus padres y hermanos en un pueblo apartado, en el lago Bolsena, donde por fin pudieron llevar esa vida normal que su anomalía les había negado. La línea sutil y frágil que separa al hombre del animal y la irresistible fuerza de atracción de esos dos polos, es el hilo conductor que encontramos a lo largo de todo el libro. Se cuenta en él cómo los príncipes le daban protección al hombre peludo, exhibiéndolo, sin embargo, al mismo tiempo como a un animal salvaje.