En esta obra grandiosa, monumental, indiscutiblemente única tanto en concepción como en amplitud, Elémire Zolla no sólo emprende una antología de textos admirables y a menudo ignorados, sino que simultáneamente se lanza a una detallada interpretación de toda la experiencia mística de Occidente, que se aparece a los ojos del lector como una summa definitiva de un tipo de pensamiento que hunde sus raíces en el logos y en Cristo. Se trata, pues, de un recorrido por las infinitas ramificaciones de este sistema, desde las doctrinas mistéricas paganas hasta la fascinación de los grandes místicos de la edad moderna, pasando por las ideas de los padres de la Iglesia, el rigor de las primeras órdenes monásticas o la pasión franciscana. Figuras y páginas que no se pueden pasar por alto si se quiere disponer de una perspectiva fiable sobre el pasado de nuestra civilización. Este segundo volumen aborda los místicos medievales y ofrece textos, entre otros, textos de Jean de Fécamp, Hildegarda de Bingen, Guillaume d?Auberive, Alberto Magno, san Gregorio del Sinaí, los maniqueos, Bartolomeo de Módena, san Antonio de Padua, santa Gertrudis, Ramon Lllull, Jan van Ruysbroeck, san Vicente Ferrer, Walter Hilton, Dante Alighieri o santa Catalina de Siena.
Crónicas, relatos y fuentes de todo tipo, edificios, sepulcros, pinturas y escudos prueban, todavía hoy, la excepcional relevancia que tuvieron las Órdenes Militares en España. Sin embargo, no se han prodigado las investigaciones que, a la luz de la moderna Historia del Arte, desvelasen toda su riqueza de significados. Tal es el propósito de este libro, que busca mejorar el conocimiento del arte de las Órdenes Militares en un capítulo concreto: el espacio de la muerte, en un período determinado, el de los siglos bajomedievales; atendiendo a los preparativos para el más allá de monjes y freilas, al rico ceremonial que acompañaba su traslado hasta la tumba y a su emplazamiento. Considerando tanto la jerarquización del espacio funerario en los conventos de las distintas Órdenes como los elementos que configuraban sus capillas, claustros y cementerios. Además, valorando las semejanzas y diferencias con los de sus contemporáneos eclesiásticos y civiles; sin olvidar las construcciones mentales de los otros mundos: cielo, infierno o purgatorio y su reflejo en el arte. Fotografías, plantas y dibujos tratan de acercar al lector algunos monumentos desaparecidos; la misma función cumplen los testimonios literarios. Instrumentos, todos, destinados a lograr un reconstrucción rigurosa del lugar donde morían freilas y monjes, de su enterramiento y plegarias y, por último, del recuerdo que aquéllos quisieron dejar en la memoria de los vivos.
l'ésser humà cerca, des del naixement, una identitat, en la que trobarà la seguretat del marc considerat propi, a lempara dun llinatge, una definició personal i del suport dun grup, sigui de caire social, religiós, lingüístic o nacional. Levolució medieval en aquest sentit ha generat unes estructures sòlidament assentades que en molts casos han constituït un veritable llegat secular. Precisament per això, el mateix espai medieval ha estat objecte de projeccions que hi ha imaginat les bases justificatives de pretensions ideològiques sorgides molt posteriorment. Per tot plegat, convé ara reflexionar sobre les identitats a ledat mitjana, en tot el seu ventall, coneixent i discernint el que foren i el que sha imaginat que foren
La caballería es ante todo un símbolo, el de ciertos héroes de la nobleza, de armaduras deslumbrantes, que desplegaban al viento banderas de brillantes colores para lanzarse, empuñando la espada o la lanza, en socorro del débil, de la viuda o del huérfano. Pero la realidad es más compleja y la evolución del personaje del caballero mucho más problemática. Por otra parte, la misma palabra «caballero» es ambigua y más aún lo es la noción de «caballería». Su acepción latina, la militia, designa la fuerza armada al servicio del Estado. Esta función pública, en la Edad Media, se privatizó, y sus caracteres aristocráticos y militares adquirieron un mayor relieve. Su gran impulso procede de la consolidación de la caballería pesada entre los siglos IX y XI. Pero hay que esperar hasta el siglo XII para que la caballería se afiance, con la generalización de la carga a lanza tendida. Entonces se dota de un código deontológico, basado en el honor, que «humanizará», en cierto modo, las «leyes de la guerra». A la vez, la Iglesia trata de asignarle una misión y una ética de acuerdo con su causa. De este modo, en los siglos XI al XIII, se trazan las líneas esenciales de una caballería que va convirtiéndose poco a poco en una cofradía de élite de la nobleza. De todo esto y mucho más habla esta obra admirable, un estudio sobre el tema tan exhaustivo como apasionante, concebido como un libro de historia y escrito casi como una novela, que fascinará por igual tanto a quienes ya sientan interés por el tema como a los curiosos que se acerquen a él por primera vez.
Discurso de ingreso en la Real Academia de la Historia del Excmo. Sr. D. Julio Valdeón Baruque leído el 9 de Junio de 2002 y contestación del Excmo. Sr. D. Luis Suárez Fernández.